Hace poco CENIE reflexionaba sobre el talento senior y el riesgo de perderlo como fruto del edadismo que domina el ámbito laboral. El edadismo en el trabajo estaría conformado por prejuicios y creencias estereotipadas hacia los trabajadores y trabajadoras de más edad. De hecho, son las mujeres mayores (y no tan mayores) quienes más discriminación sufren en el empleo, tanto que, una vez cumplidos los 45 años, el desempleo en la mujer se considera de riesgo pues es muy difícil volver al mercado laboral. Como medida, han surgido diferentes medidas económicas para paliar la vulnerabilidad económica que genera esta situación, pero el problema de base sigue sin solucionarse.
La discriminación basada en la edad parte de la idea de que las personas trabajamos mejor o peor en función de la edad que tengamos. Pasa cuando somos jóvenes, porque se asume que no tenemos experiencia y no sabemos realizar el trabajo con la soltura necesaria. O directamente que somos un poco inútiles, vaya. Pasa cuando somos mayores, pues a partir de una determinada edad se asume que somos menos efectivos y que trabajamos menos. Que volvemos a ser inútiles, vaya. Entre los mayores, la discriminación en el trabajo también se acompaña de otras creencias estereotipadas, como que más allá de una determinada edad no somos capaces de adaptarnos a las nuevas tecnologías. Nosotros ya vimos que esto no es necesariamente cierto.
Este edadismo produce una gran pérdida sobre la producción potencial de las empresas y sobre su buen funcionamiento. Contaminados por estas ideas erróneas una compañía puede estar perdiendo activos valiosos, con gran experiencia, al no contratar a personas de determinada edad. Otra cuestión que hace del edadismo el gran problema que es, sucede cuando este edadismo degenera en el despido. Además, aquí un problema añadido es el peso que el despido de estas personas tiene sobre las arcas públicas. Por un lado, se plantean serias dudas sobre el sostenimiento del sistema de pensiones, justificando así el retraso de la jubilación, pero por otro, se permiten prácticas tan edadistas y poco lógicas para ese sostenimiento de las arcas públicas como es la prejubilación forzosa de personas que apenas superan los 50 o los 55 años y que tienen muchísimo que aportar.
Podríamos pensar que cuanto más grande es la empresa, dispone de más recursos, y por lo tanto mejores dispositivos para evitar el edadismo y la discriminación en el centro de trabajo, sea cual sea su manifestación. Pues no: según un informe, el 71% de las compañías del Ibex 35 presta una nula o muy poca atención a los empleados que tienen más de 50 años. Pero es que además son quienes protagonizan las jubilaciones anticipadas obligatorias.
Indudablemente esto contradice la normativa de la Unión Europea (UE), que tiene protección legal contra la discriminación por edad. De hecho, desde el año 2000 cuenta con una directiva que prohíbe, entre otras cosas, la discriminación por edad en el empleo y la ocupación. Estas protegerían todas las formas de trato injusto con base en la edad, como las prácticas de acoso y mobbing laboral más directo o formas más indirectas, como cuando no nos ascienden porque consideran que somos muy mayores (o muy jóvenes). El problema, como ya imaginamos, es poder demostrar que esto sucede (y tener energías para ello) pero la legislación al respecto existe. En 2008, la Comisión Europea planteó una nueva directiva al respecto, promoviendo la igualdad de trato independientemente de la edad (entre otros motivos de discriminación) que prohibiría la discriminación en las áreas de protección social, educación y acceso a bienes y servicios. Como las cosas de palacio van despacio, y las de la Unión Europea más, la propuesta está siendo discutida por los Estados miembros de la UE en el Consejo de la Unión Europea.
Este tema tiene numerosas aristas que tratar, pero yo quería hoy centrarme en una cuestión más simple relacionada con la anterior: ¿siguen trabajando las personas mayores en otros países de la UE o dejan de trabajar a los 65 años? Pues según la oficina europea de estadística, EUROSTAT -que es la oficina estadística de la Comisión Europea, y que produce los datos sobre la Unión Europea- en la UE, el 9,5% de las personas de entre 65 y 74 años trabajan. Las tasas varían enormemente entre los diferentes países, probablemente en relación directa con la capacidad del sistema del estado de bienestar de cada país para poder cubrir las necesidades en la vejez.
En el siguiente gráfico podemos ver el porcentaje de personas mayores de 65 años que trabajan en los 28 países de la Unión Europea, así como en el conjunto de la euro área – a Reino Unido por esta vez le seguimos ajuntando en el post, pero EUROSTAT ya le está dejando de incluir en las nuevas estadísticas-.
Gráfico: Tasas de empleo (%) en mayores de 65 años. Países Unión Europea, 2018.
Fuente: elaboración propia con datos de Eurostat.
El rango de trabajadores mayores oscila entre el 13,4% que presentan los estonios hasta el 1,9% de los luxemburgueses. España ocupa el penúltimo lugar en el ranking, con un 2,2% de personas mayores de 65 años que continúan formando parte del mercado laboral. En nuestro país, la Ley 27 de 2011 de Reforma de las Pensiones amplió la edad de jubilación hasta los 67. Esta normativa establecía el retraso paulatino de la jubilación desde el año 2013 a razón de un mes cada año durante los seis primeros años de su aplicación. En 2018, última fecha disponible y la reflejada en el gráfico, quienes habían cotizado más de 36 años y 9 meses todavía podían retirarse con 65 años y con el 100% de la pensión pública. Desde enero de 2019 la edad legal de jubilación para cobrar el 100% de la pensión pública ha aumentado hasta los 65 años y ocho meses, de modo que estos efectos aún no pueden verse en las estadísticas.
En otros países europeos, como Islandia, el porcentaje de personas que trabajan más allá de los 65 años llega hasta el 37,5%. Mucho más lejos (sobre todo en lo que refiere al concepto de estado de bienestar) en países como Estados Unidos, 1 de cada 4 mayores de 65 años continúa trabajando. Lejos de ser resultado de un menor edadismo en el mercado laboral, lo que muestran estos datos entre los estadounidenses es la escasa protección hacia las personas mayores. Pero de ese tema hablaremos en el próximo post.