En esta entrada voy a escribir sobre un concepto desarrollado por María Ángeles Durán y presentado con su habitual lucidez en el libro La riqueza invisible del cuidado: el cuidatoriado. Lo que voy a expresar a continuación intenta hacer de síntesis, con algunos comentarios propios, de las ideas que son presentadas en esta obra.
Durán explica que las clases sociales existen, se construyen socialmente, antes de que nadie lo investigue. El estudio de estas ayuda a mejorar su consciencia: nombrar, indica, es una forma de crear. De ahí la importancia —y gran contribución de Durán por su utilidad— de poner un nombre al colectivo que se encarga de proporcionar cuidados a las personas —principalmente mujeres— que están fuera del proceso productivo —niños/as, mayores y enfermos— en nuestra sociedad. Una vez que el cuidatoriado tenga la consciencia de serlo, de pertenecer a ese grupo social, entienda cuál es su relación con el sistema productivo y con otros grupos sociales, podrá comenzar a realizar demandas que mejoren sus condiciones materiales.
¿Cómo cubre el cuidatoriado sus necesidades económicas?
Según Durán, el cuidatoriado cubre sus necesidades económicas mediante tres vías: a) por otros miembros del hogar/familia —depende de la estabilidad familiar—; b) por recursos propios, ya sea por ingresos del trabajo que es compatibilizado con el cuidado —sobrecarga— o consumiendo ahorros de diferente índole —tiene un límite y puede generar problemas de reincorporación al mercado laboral—; c) por fondos que gestionan la Administración Pública —aunque esta cobertura es débil para el cuidado de personas mayores y/o dependientes, a pesar de la ley del año 2006—. ¿Dónde se debería incidir para garantizar un cuidado de calidad en caso de que el cuidado lo proporcione un familiar? En la parte que depende de la Administración Pública, pues eso descargaría la sobrecarga económica y financiera de las familias. ¿Dónde se debería incidir para garantizar un cuidado de calidad en caso de que el cuidado lo proporcione una persona ajena a la familia? De nuevo, en la parte que depende de la Administración Pública, pues permitiría que las personas cuidadoras no-familiares pudiesen recibir un salario digno por el cuidado prestado, y no salarios por debajo del marcado por convenios. Esto, sin duda, mejoraría la calidad de vida de quien cuida, y podría repercutir de forma positiva en la calidad del cuidado.
Campesinado, proletariado y cuidatoriado: similitudes y diferencias
Durán explica que el concepto se ha creado por paralelismo con campesinado y proletariado con un fin: convertir un conglomerado disperso —los cuidadores— en un agente social revolucionario —el cuidatoriado—. Expresa que la similitud que comparte con el campesinado es la dispersión espacial —ausencia de lugares y tiempos comunes donde compartir experiencias— y la existencia de dos subclases —en el caso del cuidatoriado, la subclase remunerada y la no remunerada, con intereses a veces compartidos y a veces no— y esto dificulta las acciones conjuntas. El proletariado, por otro lado, sí presenta una concentración espacio-temporal —en las fábricas—, favoreciendo así la lucha por objetivos comunes, pero cuidatoriado y proletariado comparten no poseer los medios de producción. Mientras que el proletariado tiene una clase social antagónica, el cuidatoriado no y este hecho puede complicar la acción social. No existe, indica Durán, una clara conciencia de clase entre las personas que cuidan, solo un porcentaje bajo de quien cuida recibe una remuneración —además, baja—, otras personas cuidan por condicionamientos morales y el colectivo, en general, suele estar compuesto por inmigrantes y mujeres.
Pasar del plano individual al colectivo es, sin duda, importante porque, como se comentaba al inicio, despertar la consciencia de un colectivo —es decir, conseguir que individuos sin nada en común más allá de ser parte de un determinado proceso productivo en un sistema económico, se reconozcan como iguales entre ellos— hace que los grupos sociales se activen, que los elementos que los componen entiendan que el todo es más que la suma de sus partes y que, por tanto, pueden y deben perseguir un fin común. Es posible que, con el tiempo, la sociedad entienda que la minusvaloración crónica del cuidado y de quien cuida fue un error y, además, grave. Pero para ello, es necesario que los cuidados se pongan en el centro del sistema y la labor del cuidatoriado como agente transformador, que convierte lo invisible en visible, será crucial.
Pero ¿qué es el cuidatoriado? Barajando alternativas
Durán indica que el cuidatoriado es, todavía, un concepto abierto que necesita consensos para consolidarse: tiene que definir sus límites y por esta razón se debe optar entre varias alternativas teóricas con consecuencias sociales y políticas —también económicas, pues elegir entre una de las alternativas y descartar otras puede afectar al sistema productivo—. A continuación, presento, en una tabla resumen, las alternativas que ha propuesto la investigadora.
Tabla. Alternativas teóricas para delimitar el cuidatoriado
El cuidatoriado podría ser… |
Pros y contras |
Cuidadores no remunerados sin ingresos propios o ser integrados por personas con algún ingreso por otro motivo |
|
Integrados, o no, productores y receptores del cuidado |
|
Integrados, o no, cuidadores no remunerados y remunerados |
|
Integrados o no, quien cuida como actividad principal y quien cuida como actividad secundaria |
|
Quienes sientan pertenencia al grupo social, o no |
|
Un grupo incluido en la estructura de clases |
|
Fuente: Elaboración propia a partir de Durán (2018)
Como se observa en la tabla cualquiera de las alternativas puede ser válida. Sin embargo, descartaría dos opciones: la integración de productores y receptores del cuidado y la necesidad de la consciencia subjetiva de pertenencia al grupo social. La primera porque puede diluir, como bien indica Durán, el poder transformador del colectivo al equiparar a quien cuida y a quien recibe el cuidado. Un fragmento de La balada del café triste de Carson McCullers indica que, aunque el amor es una experiencia compartida, no es lo mismo ser amante que amado. Por analogía, en nuestro caso, aunque el cuidado es una experiencia compartida, no es lo mismo cuidar que ser cuidado. Por otro lado, con relación a la segunda alternativa, considero que no sentirse parte de una clase social no te exime de pertenecer a ella, pues la clase social se articula en base a una realidad material y, sea de mayor o menor agrado a nivel personal, la pertenencia a la misma no se puede decidir individualmente. Por eso, no considero apropiado formar teóricamente el cuidatoriado solo por las personas que se autoidentifiquen con el grupo, pues podría restar fuerza y generar tensiones con cuidadores que no se sientan parte de este por diversas razones. De las alternativas propuestas por Durán, sería partidario de entender como cuidatoriado a aquellas personas que se dediquen al cuidado, sea remunerado o no. El grupo sería bastante numeroso y, además, las demandas deberían dirigirse en primer lugar hacia las Administraciones Públicas para que mejoren las condiciones tanto de unos como de otros, aunque pudiesen existir ciertas discrepancias y tensiones entre remunerados y no remunerados. Además, poner el foco en las personas que cuidan en sentido amplio ayuda a identificar a otro colectivo que, aunque no tenga tanta relevancia como estas, puede suscitar cierto interés: el colectivo de las personas que no cuidan. Es decir, podríamos crear una división teórica de la sociedad en términos de cuidados: quienes cuidan —cuidatoriado—, receptores de cuidado y quienes no cuidan. Creo que el esfuerzo analítico se debería dedicar al primer y al segundo grupo, sin duda. Pero también se debería analizar cuáles son las condiciones de las personas que no cuidan y por qué no lo hacen —privilegios, poder económico, moral u otras—.
Concluyendo
La contribución de María Ángeles Durán dando nombre —por tanto, vida— al conjunto de las personas que cuidan es valiente e innovador. Sin duda, se debe a su —doy fe— increíble capacidad para analizar los problemas sociales complejos desde una mirada viva, inquieta, amplia, dinámica, crítica y variada. Conseguir que el cuidatoriado tenga consciencia de sí mismo, que se construya como un agente social de cambio, con el fin de mejorar la vida de quien cuida y de quien es cuidado —implícita o explícitamente—, es de gran importancia. Si consideramos que los cuidados deben estar en el centro de la vida y de la economía, como seres interdependientes que somos, cuidar los cuidados es un imperativo de primer nivel. Y, en este aspecto Durán es, con todas sus aportaciones académicas y divulgativas, una gran cuidadora.