La Silver Economy era una oportunidad, ahora es una urgencia. Sabemos que España envejece y algunos venimos defendiendo desde hace tiempo que existe una gran oportunidad para el crecimiento económico, precisamente por ello.
La esperanza de vida da cuenta de ello. Somos el segundo país del mundo con mayor esperanza, por detrás de Japón, aunque superaremos a este país en 2040. Las mujeres españolas viven 86 años, mientras que los hombres 81, aunque 82 es la esperanza de vida media en términos generales. En este preciso momento, atendiendo a los últimos datos, el COVID-19 ha provocado la reducción en 9 meses de la esperanza de vida, en España, más de lo que lo ha hecho con los italianos (6 meses menos).
Además, otras cifras importantes nos indican que avanzamos hacia una España en la que la población envejecida dominará especialmente. Es significativo que:
Estamos ante una realidad en la que uno de cada cuatro votantes es jubilado.
En 2033, habrá un 25% de personas que tendrán más de 65 años en España. En 2050, será el 30% y habrá 6 jubilados por cada 10 trabajadores en activo, llegando a ser cuatro millones los octogenarios.
En España, hay actualmente 11.248 personas de más de cien años, una cifra que se elevará hasta más de 45.000 en 2033.
Las personas mayores de 65 que viven solas ya superan los 2 millones y 1 de cada 3 españoles que viven solos es una mujer de 65 años o más. La España mayor es más femenina.
La crisis sanitaria y económica evidencia que ahora la economía que trabaja por y para los mayores es una urgencia y tiene un arduo trabajo. Pues la pandemia ha puesto de manifiesto:
La fragilidad del sistema para/con los mayores.
Que la soledad de nuestros mayores es acentuada y existe la necesidad de paliarla lo antes posible en beneficio de su bienestar. Recordemos que más de 850.000 personas mayores de 80 años viven solos.
La inmoralidad de dejar morir a los mayores, ya que las autoridades han priorizado la entrega de material sanitario de protección al personal de los hospitales y de los servicios de seguridad y emergencia frente al personal de las residencias. Y lo han hecho a sabiendas de que, estos últimos, trabajaban y convivían con mayores de altísimo nivel de contagio. Sin dolor. Sin alevosía, ni culpables, pero ha sido así.
La sanidad rompe costuras.
Ministerio del mayor: Un reto necesario
En este contexto, considero necesaria y defiendo la creación de un ministerio del mayor para el desarrollo de un sistema gerontológico integral que:
Cuente con un equipo de profesionales suficientes, formados y equipados con todas las medidas de seguridad pertinentes. Un equipo que sea escuchado de manera institucional y que trabaje bajo un ratio de personal, formación y remuneración.
Esté coordinado con sanidad y permita la interoperabilidad, apueste e implemente protocolos no edadistas, haga uso del big data y del blockchain y trabaje en soluciones de gerontología y geriatría.
Trabaje en la España vacía, la dote de equipamiento e impulse su desarrollo y adaptación.
Luche urgentemente contra la soledad con soluciones de teleasistencia, tecnología y telemedicina. El futuro está en las llamadas Age Techs.
Revise el modelo residencial. El COVID-19 está provocando desprestigio y desestabilización en los centros de mayores y dependientes de Europa, donde se calcula que ha dejado más de la mitad de los muertos registrados hasta el momento (el 70% de la cifra total de fallecidos por coronavirus). Una crisis reputacional a nadie le conviene.
Se requiere medicalización, fomento de cooperativas de profesionales, normalización de los procesos, definición de buenas prácticas… Un libro blanco que determine la intergeneracionalidad, la arquitectura y los modelos de atención centrados en este tipo de personas.
También es preciso apostar por nuevas prácticas, como el cohousing, viviendas con servicios o programas intergeneracionales. Existen modelos residenciales muy interesantes en el extranjero (Reino Unido, Bélgica, Suecia, Holanda…), que tendrán que ser adaptados al clima, al contexto, a la cultura, a los estilos de vida y las formas de vivir de España. En los países nórdicos, por ejemplo, se apuesta por modelos más cercanos a la idea de hogar, con más inversión pública. En cambio, el modelo residencial español, con muchos centros acogiendo a más de 100 personas y diseños muy institucionales, es más parecido al francés o al italiano. Esto se revisará en toda Europa con seguridad.
Trabaje en una estrategia urbana inclusiva y sostenible, en todos los ámbitos, para nuestros mayores.
Cuente con protocolos normalizados y las pertinentes inspecciones tranquilizadoras. En la actualidad, aunque las empresas hubiesen sido sancionadas, vuelven a licitar y se les conceden los permisos.
En definitiva, una entidad que trabaje por la profesionalización de los cuidados. Ahora es una urgencia. De las pensiones hablamos otro día.