El recuento provisional de daños de la pandemia del COVID 19 deja en evidencia que se han roto las costuras del estado de bienestar.
España (a 9 de mayo de 2020), alcanza el número de 26.478 fallecidos y, en concreto, el número de personas mayores de 65 años fallecidas es de 9.478. En Portugal, las cifras son menos terribles (1.126 decesos, tienen casos en el 14% de las residencias). Quizá tendremos que pensar qué ha motivado que dos países vecinos tengan tan dispar comportamiento; pues mientras que en España se ha infectado el 0,45% de la población y han muerto un 11,5% de los enfermos, en Portugal se ha contagiado el 0,24 % de nuestros vecinos y ha fallecido el 3,9% de los contagiados.
Lo realmente relevante es que la estadística se rige por la ley de los grandes números y, en términos estadísticos, la esperanza de vida y la tendencia al envejecimiento poblacional, apenas se verá afectada.
Todo infortunio esconde alguna ventaja. En mi opinión, la crisis sanitaria acelerará las iniciativas de Silver Economy. En lo estratégico, tendrá tres consecuencias, a nivel macro y en el corto plazo:
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En primer lugar, parece evidente que “la cuestión social” y la situación de los mayores en particular estarán en el tapete, en el centro del debate político y social. Cualquier pacto de reconstrucción y cualquier estrategia requiere contemplar la economía desde la perspectiva social de mercado, con una fuerte cooperación público-privada que se oriente al largo plazo.
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En segundo lugar, veo con claridad que la Silver Economy y la orientación empresarial hacia el aprovechamiento de la oportunidad que brinda el envejecimiento se acelerará en los próximos años, meses quizá.
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La tercera consecuencia es que la salud estará en el centro de todo y, la optimización de los procesos sanitarios se apoyará fuertemente en la tecnología: telemedicina, teleasistencia, “age tech” son conceptos que tomarán fuerza en el futuro inmediato.
En lo táctico, auguro que a lo largo de los dos próximos años los aspectos más relevantes que vamos a ver son:
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Que la soledad se ha manifestado como otra epidemia. Se emprenderán proyectos de teleasistencia de cuarta generación en los que la proactividad y la socialización serán elementos capitales. Inteligencia artificial, big data e internet de las cosas serán elementos que trabajarán en perfecta armonía para combatir la soledad y propiciar socialización inteligente, “buscando que las personas conozcan a personas afines”, combatiendo a la vez fragilidad y soledad y dando amparo a las personas mayores.
Los mayores quieren estar en su casa y, por la estructura del sistema sociosanitario (desequilibrio oferta-demanda), es precisamente lo conveniente. Pues hay que crear todo tipo de comodidades y facilidades para dar cobertura al mayor en su domicilio.
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Que el sector de las residencias, tan afectado, se va a refundar. Necesita reaccionar con urgencia a la crisis reputacional. Y no sólo con una campaña de imagen:
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Necesita medicalizar los centros (en el back office, pues, aunque parezca un contrasentido, hay que lograr que no parezcan hospitales, sino lugares con encanto llenos de vida).
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Necesita revisar los contratos de servicios para que las personas y las familias sepan exactamente qué contratan.
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Necesita de la colaboración público privada, pues es evidente que es necesaria la coordinación entre la atención primaria de la sanidad, los servicios geriátricos públicos (que hay que fortalecer por razones demográficas y porque se ha evidenciado su debilidad) y la atención médica de los centros privados y/o concertados. En definitiva, es necesaria la llamada interoperabilidad y será necesario organizar haciendo uso de tecnologías, entre ellas blockchain.
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Se avanzará hacia un modelo de residencias más humano. Hoy muchas personas van a morir. Es necesario repintar el cuadro y llenarlo de colores vivos: hacer que apetezca ir a vivir, a compartir, socializar, vivir en plenitud los últimos años de la vida, con seguridad, amparo, tranquilidad de que se está bien atendido y con la socialización y relación intergeneracional en el fondo organizativo.
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En mi opinión, el voluntariado y la acción focal de las oenegés en las personas mayores irá a más.
Acuerdos políticos. Colaboración social. Repensar las pensiones, incentivando el ahorro y los sistemas de capitalización privada. Tratar de buscar soluciones conjuntas a la escasa densidad demográfica (España vaciada) y el envejecimiento, con soluciones creativas (el ejemplo de Pescueza, puede ser un referente). Cooperación entre la iniciativa privada y la administración pública. Estas son las mimbres que se deben abordar en el marco de un edadismo positivo y un reconocimiento social del rol de las personas mayores, gracias a las cuales gozamos de un Estado de Bienestar (que ahora pensaremos en apuntalar, primero, y reforzar, después) que, por decencia, no puede abandonarles.