· 07 Junio 2019

Envejecer en Sociedad y los ascensores

Hace unos días salió en prensa una noticia sobre la ausencia de ascensores en edificios en los que viven personas mayores y cómo afectaba esto a su calidad de vida. Es uno de los problemas que se tienen en cuenta cuando se habla de la vejez: los problemas de aislamiento que sufren numerosas personas mayores. Cuando hablamos de aislamiento podemos referirnos tanto al aislamiento social como al aislamiento físico, asociado a las características de los edificios en los que residen. Mientras que a la cuestión del aislamiento social parece que se le presta más atención, sobre el aislamiento físico no tenemos tantas referencias y parece ser un tema olvidado, a pesar de su importancia.

Los problemas de aislamiento físico, por lo general, se asocian a las grandes ciudades, pues es donde encontramos edificios de varias alturas. No significa esto que no encontremos problemas de accesibilidad en municipios más pequeños, aunque pudiera ser que se deban a otras circunstancias. Es sin embargo habitual que en los pueblos las personas mayores residan en edificios unifamiliares de, como mucho, dos alturas, que se adecuaban a las necesidades que las familias numerosas tuvieron pero que son poco prácticas hoy. La casa de pueblo que tenemos en mente también puede estar suponiendo un problema de aislamiento grave para la persona mayor que vive sola. Por ejemplo, pudiera darse que la planta de abajo no cuente con un espacio para poner un dormitorio, así que hay que subir y bajar escaleras cada noche y cada mañana. O que solo haya cuarto de baño en la planta de arriba. En algunos casos las personas mayores cuentan con suficientes recursos (y espacio) como para hacer una obra y trasladar la vivienda completa a la planta baja. No siempre es así. Una forma de solucionarlo sería mediante la instalación de un salvaescaleras, pero de nuevo, no todas las personas mayores tienen los recursos para eso. Sobre este tema también tenemos que hablar (otra tarea pendiente que tenemos): ni siquiera cuando llega la edad de la jubilación y tenemos acceso a las pensiones existe una situación de igualdad económica. La desigualdad nos acompaña toda la vida y pervive en la vejez. De esto ya hablé en mi tesis (Lebrusán, 2017) pero queda mucho por decir. En algunas viviendas, y siempre hablo de casos que he visto a lo largo de estos años, el baño estaba fuera de la casa y se accedía atravesando un patio abierto, con varios peldaños de subida y bajada. Este es un problema arquitectónicamente complejo de solucionar, implicando un gran desembolso económico. Por otra parte, este problema, no es nada fácil de detectar si no es gracias a trabajo de campo (cualitativo) porque no tenemos datos, al producirse dentro de las viviendas particulares. Hoy vamos a intentar realizar un acercamiento al problema desde lo cuantitativo, con los datos que tenemos gracias al Censo de Población y Viviendas 2011. Esta es la operación estadística de mayor envergadura que el INE realiza cada diez años. Nos permite conocer (entre otras cuestiones más demográficas) las características de los edificios, como el número de plantas, su estado, la disponibilidad de ascensor...También otras cuestiones más demográficas o sobre la vivienda. En España, el 54,2% de las viviendas principales (es decir, que no están vacías y no son una vivienda de vacaciones) no tiene ascensor. Pero ojo, este puede ser un dato tramposo. ¿Qué pasa si estas viviendas están en edificios que solo cuentan con planta baja? Para no tener falsos positivos vamos a filtrar este dato cogiendo solo los edificios que tienen 2 plantas y más. En este caso estarían afectadas el 44,8% de las viviendas principales en España. Es el caso de Paulino, que nació en Fuente el Fresno el 3 de mayo de 1929 y vive en un segundo piso sin ascensor, con escaleras bien empinadas. Paulino se resiste a dejar su casa (dice que con los pies por delante), pero bajar las escaleras todos los días varias veces no es tan fácil, así que lo cierto es que no sale tanto como antes. Si somos más estrictos (y así evitamos contabilizar viviendas unifamiliares, por ejemplo) tendríamos el 22,3% de viviendas de más de 3 plantas sin ascensor, es decir ¡4.103.645 viviendas de más de 3 plantas no tienen ascensor! De nuevo, otro ¡ojo! añadimos aquí: esas viviendas equivalen a hogares, que están compuestos por personas de diferentes edades y condiciones. Esto puede suponer que en una misma vivienda pueden residir dos personas mayores y/o con problemas de movilidad, por ejemplo. Muy conocido fue el caso de la mujer que tenía que cargar a su hijo con parálisis varias plantas cuando era necesario. Si filtramos la información anterior contabilizando solo a los mayores de 65 años, casi el 22% de las personas mayores residen en edificios que tienen más de 3 plantas y carecen de ascensor.

Durante mi investigación conocí el caso de personas mayores que residían en viviendas de más de 3 plantas sin ascensor que tenían grandes problemas para bajar a la calle. A veces no era tanto el bajar y subir sino el subir cargando cosas. Por ejemplo, subir la compra. Es verdad que hay recursos, que a veces hay ayuda de los vecinos incluso, pero no siempre resulta fácil solventar estos problemas del día a día. En el caso de una señora a la que entrevisté para mi tesis el problema estaba en que su tienda de confianza cerraba. Al cerrar esa posibilidad de llamar y que se lo trajeran a casa, desaparecía. Otras tiendas que hacían envío a domicilio tenían precios muy elevados como para afrontarlos con su sueldo de viuda. Una pensión que a veces viene muy justita. Durante mis investigaciones me encontré con situaciones muy sorprendentes: algunos edificios de Madrid constaban como dotados de ascensor cuando no era así, o no lo era del todo. Algunos edificios del centro tenían dos escaleras con acceso a plantas no comunicadas entre sí, pero solo una de las dos escaleras contaba con ascensor. En el caso más sorprendente de todos, el edificio tenía ascensor, pero solo podía ser utilizado con un código que solo tenía una vecina...La dueña del edificio. Esto es parte de un estudio de caso que realicé entre 2009 y 2012 (Problemáticas sociales invisibilizadas en el espacio urbano. Un estudio de caso: Pez Luna). Para valorar la situación de los edificios, y acompañada de una arquitecta (y en ocasiones de una trabajadora social) subimos a los edificios del área. Muchos no tenían ascensor, y a veces las escaleras eran realmente difíciles de subir, desiguales y en mal estado de conservación. Recuerdo un caso extremo en el que una vecina (mayor) nos refería la situación de otra, que vivía en el ático al que se accedía por una escalera no solo empinada, sino muy estrecha.

Uno de los puntos que investigué en mi tesis fue cómo afecta esto a las personas mayores y qué tipo de estrategias se desarrollan para evitar la institucionalización. Y es que, en los casos más extremos, los problemas relacionados con la falta de ascensor podrían suponer ir a una residencia. En este caso no se debe a un problema de salud, sino a la inadecuación de la vivienda (sobre esto publiqué algo aquí) y a la falta de estrategias alternativas. Algunas personas cuentan con recursos para poder moverse de su vivienda. Pero pudiera ser que la venta de la vivienda actual no sea suficiente para comprar una vivienda en mejores condiciones. En los peores casos, esto supone el aislamiento total de la persona mayor. ¿Y cómo podríamos hablar de envejecer en sociedad si no podemos bajar a la calle a relacionarnos.

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