Los esquemas tradicionales de pensiones han tenido una expansión relevante durante todo el siglo pasado, bajo supuestos particulares de funcionamiento del mercado laboral. Sin embargo, estos muestran sus limitantes cuando se enfrentan a mercados laborales informales que están bastante extendidos en los países Emergentes. Con el fin de abordar estos problemas, desde hace un par de décadas se han intentado construir esquemas basados en micropensiones, es decir, esquemas de ahorros de baja cuantía y que por tanto generan también niveles de pensiones muy básicas. Es en esa línea que el presente artículo presenta una reflexión sobre las bases de estos esquemas, su mecánica, iniciativas avanzadas y potenciales perspectivas.
Los limitantes de los sistemas tradicionales de pensiones para atender a los segmentos no formales
Como es bien sabido, los sistemas previsionales en el mundo se encuentran enfrentando retos enormes que plantean sus transformaciones. La tendencia observada hacia sociedades más longevas y menos fértiles ya dejó de ser un problema sólo de países desarrollados, pues el resto de las economías emergentes, aunque a diferente ritmo, vienen observando un proceso de convergencia. Así, cuando analizamos la población mayor a 65 años y contrastamos sus cambios y variaciones en distintos puntos del mundo, se aprecia un salto destacable hacia los próximos 30 años. África, Latinoamérica y Asia experimentarán incrementos en su población longeva entre el 130% y 225% hacia el 2050 de acuerdo con cifras de United Nations (2019). Pero, los países emergentes, suman al problema demográfico otros relevantes que bloquean la posibilidad de enfrentar las dificultades financieras en la vejez.
Uno de los problemas de fondo es el del alto nivel de economía informal que en la mayor parte del mundo emergente suele ser la norma, situación que luego del Covid19 parece haberse acentuado (ILO, 2020; Bhardwaj et al, 2021). De acuerdo con el ILO (2020) el empleo informal representa en promedio el 62%, que puede llegar incluso al 88% en las economías de bajos ingresos, 85% en los países de bajos ingresos medios: y el 55% en los países de altos ingresos medios. Según la misma institución, el trabajo informal llega al 20% en los países de altos ingresos ¿Qué implica ello? Que las personas no cuentan con una base salarial constante y predecible de ingresos que permita asegurar un aporte periódico al sistema de pensiones. Muchos de estos trabajadores son autoempleados y operan al margen del control del Estado; mientras en el caso de aquellos que trabajan como cuentan ajena, también suelen hacerlo “en negro”, con lo cual tampoco existe la posibilidad de retener las contribuciones como se esperaría en un esquema tradicional de pensiones. Los factores que explican la alta presencia de economías informales en el mundo en vía de desarrollo son muchos, donde además de factores institucionales y de control, está en el fondo los serios problemas de baja productividad que interactúan con mercados laborales altamente costoso para el que quiere ser formal. Esto, evidentemente, se profundiza con las limitantes generados por los bajos niveles de ingresos per cápita y, por consiguiente, el hecho de que las tasas de pobreza sigan estando en porcentajes elevados.
Bajo todo el escenario descrito, hablar de construir un sistema de pensiones al estilo bismarckiano, con aportes mensuales o de regularidad definida, es prácticamente imposible. Esto porque, una de las principales características del trabajador que se desempeña en estos mercados, es justamente la irregularidad de sus flujos monetarios, junto a otras restricciones como lo es su condición de pobreza. Se requiere una innovación para el ahorro de la vejez distinta, donde los esquemas de micropensiones podrían encajar.
La potencialidad del ahorro en los que menos tienen y sus barreras
La evidencia de varios estudios realizados en diferentes geografías con altas complejidades socioeconómicas confirma el hecho de que los pobres ahorran.
Banerjee y Duflo (2011) ilustran diferentes ejemplos en países Emergentes. El tema, claro, es que bajo los mecanismos formales de ahorro esa penetración del ahorro es muy baja. Lo que suelen utilizar los pobres son otros mecanismos, muchos de ellos no regulados, como es el caso de los ahorros comunitarios (Banerjee y Duflo; 2011; Dupas y Robinson 2010). O, también está una variante de la preferencia ahorro-inversión que, por ejemplo, existe en España para el caso de la elevada adquisición de viviendas por habitante en España. Los pobres, también manifiestan similares preferencias, pero, dado el bajo poder adquisitivo, ahorran más bien de “ladrillo en ladrillo”, es decir, comprando poco a poco el material de construcción para ir avanzando en la auto-construcción de sus viviendas.
Si bien existe potencial de ahorro en los que tienen bajos ingresos, estos se suelen dar bajo condicionantes particulares. Primero, está el hecho que estos ahorros son destinados con un fin concreto y tangible. Esto contrasta, evidentemente, con lo que significa un ahorro para pensiones, que implica una férrea disciplina para contrapesar el sesgo al presente que tenemos los seres humanos (Milkman, 2021; Thaler, 2015; Benartzi, 2012). En segundo lugar, muy relacionado con los primero, este sesgo o impaciencia por el presente se acentúa más en las personas de bajos ingresos. De hecho, Becker y Mulligan (1997) enfatizaban que la posesión de riqueza incentivaba a las personas a invertir y ser más pacientes, lo que implica que, la pobreza hace que la impaciencia sea más persistente. Así, pensar en un ahorro para un objetivo de muy largo plazo, como es el retiro, no encajaría con este nivel de estado mental estructural de impaciencia. Esto es un aspecto que ha sido constatado en trabajos de campo en varios países emergentes, donde se demuestra las dificultades de auto control que tienen los colectivos de menores ingresos para comprometerse con objetivos de ahorro (Nava et al, 2006; Dupas y Robinson, 2010; Banerjee y Mullainathan, 2010)
En tercer lugar, se encuentran un conjunto de barreras formales que finalmente se traducen en algún tipo de costo monetario o de transacción para el trabajador informal (Dupas y Robinson, 2010; Cámara y Tuesta, 2015; Schaner, Simone, 2010; Karlan, 2014). Estos costos se reflejan en las comisiones de administración que cobran las instituciones financieras, los requisitos que la regulación solicita para abrir una cuenta de ahorro, las dificultades de acceso física o virtuales a los bancos, así como el desconocimiento del funcionamiento de las cuentas de ahorro y la falta de confianza en las instituciones.
Finalmente, no está sólo el hecho que las modalidades de ahorro en el mundo formal -más aún pensando en el ahorro a largo plazo para las pensiones- no se adecúan a las condiciones socioeconómicas y prioridades de los pobres, sino también sucede que las propias instituciones financieras no ven particular atractivo en ofrecerles productos a estos colectivos. Ello fundamentalmente porque a las instituciones financieras les es muy costoso y complejo generar economías de escala con ahorros de poca cuantía y de amplia dispersión (Cámara y Tuesta, 2015; Hoyo y Tuesta, 2018; Bhardwaj, Khanna y Tuesta, 2020).
Entonces para pensar en un esquema de ahorro para pensiones orientado a los segmentos poblaciones con dificultades socioeconómicas que se encuentran trabajando normalmente en condiciones informales, es importante tener identificado aquellas barreras u obstáculos que pueden ayudar a mitigar la problemática estructural. Por un lado, está el tema de generar un producto de ahorro a largo plazo que se adecúe a sus necesidades. Por el otro, también será importante que las instituciones financieras vean el beneficio económico de ofrecer estos productos. Esto último es importante, porque en muchos casos estamos hablando de una población rural bastante dispersa a la cual hay que buscar la forma de aproximar el contacto adecuado sin que signifique inversiones que desincentiven la oferta. Luego se encuentran otro conjunto de temas relacionados a la confianza y conocimiento que se tengan las personas sobre los productos financieros, lo que puede implicar un trabajo importante de educación financiera por el lado de la demanda.
Micropensiones: diseño, evidencia y retos
A pesar de las barreras que se imponen al ahorro de los sectores informales, los datos sugieren que los pobres tienen una importante demanda (latente) de ahorro (Karlan, 2014). Las encuestas de hogares indican, por ejemplo, que los pobres tienen un excedente que utilizan para gastos no esenciales (Banerjee y Duflo,2007). Asimismo, estudios detallados de la vida diaria de los colectivos de bajos ingresos documentan la complejidad de las carteras financieras de los hogares pobres como destacan los pequeños flujos irregulares que son agregados para la inversión en el hogar o empresas (Rutherford 2000; Collins et al., 2009). Incluso cuando los esquemas de ahorro regulado no existen, los pobres suelen guardan los ahorros en casa, ahorrar en grupos informales asociativos y/o en activos pecuarios (Shankar y Asher, 2011; Dupas y Robinson, 2010). También hay casos de personas pobres que, con el objeto de asegurar una disciplina financiera, están dispuestas a aceptar tipos de interés bajos o negativos que imponen los esquemas de ahorro por el servicio de que se les guarde los pequeños depósitos durante un tiempo para luego recibir un pago único global (Rutherford, 2000).
Dado que los escasos recursos de los pobres deben responder a múltiples necesidades y de alta concreción, los ahorros destinados específicamente a un objetivo o a una eventualidad familiar o del ciclo de vida pueden motivarlos a ahorrar más, siempre que exista un instrumento de ahorro adecuado. Los estudios en el terreno indican que los pobres prefieren cotizaciones pequeñas y frecuentes, y mejor si estas no implican desplazamiento desde sus domicilios (Rutherford, 2008). Otras medidas que pueden ayudar a aumentar el nivel de ahorro podrían ser también diseñar esquemas de ahorro a largo plazo que brinde una combinación de válvulas de escape para las necesidades de liquidez pero que al mismo tiempo esté equilibrado por disposiciones que desalienten el retiro anticipado de los fondos (Ashraf y otros, 2006).
Teniendo lo anterior como referente, el reto es como transitar hacia un producto de ahorro a largo plazo dirigido a atender los riesgos de pobreza en vejez. Así, el concepto de micropensión se centra en esta problemática, teniendo en cuenta que existe capacidad de ahorro en los más pobres, pero sabiendo que son reducidos y, que, además, la base generadora de ingresos monetarios es de periodicidad irregular. Con ello, el objetivo es generar una base cierta de beneficios que asegure una renta en la vejez. Si bien el segmento informal no se jubila de la manera como lo hacen los trabajadores formales, se considera que es importante contar con las bases necesarias para al menos mitigar los riesgos como los de enfermedad, invalidez, muerte o imposibilidad de continuar trabajando, que sí son compartidos por cualquier tipo de persona.
El debate de la literatura sobre los planes de ahorro de micropensiones se basa en gran medida en la hipótesis del ciclo vital, la teoría institucional del ahorro (Boyetey et al, 2019) y la visión de la economía del comportamiento (Thaler, 2015 y Benartzi,2012). Estas teorías proponen estrategias para evitar la pobreza después de la jubilación y en la vejez (Agravat y Kaplelach, 2017). Un aspecto central de la hipótesis del ciclo de vida (Chipote y Tsegaye, 2014), es el hecho de que los individuos racionales maximizan la satisfacción de su consumo futuro ahorrando para financiar su consumo para la jubilación y desahorrando durante la misma. Njunge (2013) destaca la relevancia de la perspectiva del ciclo de vida para las micropensiones y sostiene que, a través del ahorro en estos instrumentos, los individuos podrían transferir el poder adquisitivo de una fase de su vida a otra.
Desde la perspectiva de la teoría institucional del ahorro, Schreiner y Sherraden (2007) postulan que la acumulación de activos financieros o acumulación de activos reales de un individuo, que conduce a la seguridad de los ingresos en la jubilación, depende del acceso, los incentivos, la información, las facilidades, las expectativas, las restricciones y las seguridades que ofrecen las instituciones. Según Barr y Diamond (2009) ofrecen redes de seguridad a los trabajadores informales para que ahorren y eviten el riesgo de pobreza en la vejez. Estos eliminan todas las formas de barreras que limitan a los trabajadores informales con riesgo de ingresos de participar en los regímenes de seguridad social de los trabajadores de la economía formal (Bucheli, Forteza y Rossi, 2010; Bosch y Manacorda, 2012). Floro y Meurs (2013) opinan que los procesos institucionales de los regímenes de micropensiones mejoran el acceso a productos pensionarios, compensando así los vacíos de la seguridad social contributiva y reduce la vulnerabilidad de las personas con bajos ingresos y de los trabajadores de la economía informal para ayudarles a gestionar mejor los riesgos y a combatir la inseguridad económica (Mukherjee, 2014).
En otro tanto, las visiones de la economía conductual, apuntan a los problemas de sesgos o preferencias por el presente respecto al futuro y otros problemas relacionados a las dificultades que tienen los individuos para ahorrar para pensiones, cuando incluso tienen la posibilidad de hacerlo y saben que es importante para la mitigación de riesgos a la vejez Así, diseños de política para el ahorro en pensiones fundamentadas en incentivos o “nudges” orientados a ayudar a que ese objetivo sea cumplido pueden ser utilizados en el marco de las micropensiones. Ahí entran en juego aspectos desde el facilitar ese ahorro vía el diseño o “framing”, ajustes automáticos, la aplicación de soluciones digitales o incluso incentivos de carácter monetarios (Hinz et al, 2012).
Respecto a evidencia de esquemas de micropensiones, Beverly y Sherraden (1999) afirman que los trabajadores informales consideran que los regímenes de ahorro voluntario institucionalizados los planes de ahorro voluntario para pensiones son convenientes y reducen los costes de transacción, por lo que son más propensos a ahorrar en tiempos de necesidades financieras. Clancy et al (2006) también señalan que los planes de micropensiones ofrecen incentivos y facilidades para fomentar el ahorro. A este respecto, Schreiner y Sherraden (2007) revelaron que la de la jubilación, el depósito automático, la exención de impuestos y los descuentos tienen efectos positivos más significativos en los resultados del ahorro en materia de pensiones. Asimismo, tanto Hu y Stewart (2009) como Kwena y Turner (2013) destacaron la conveniencia de las micropensiones en términos de contribución, accesibilidad, condiciones de retirada y el coste administrativo nulo, lo que da lugar a un aumento de la cultura del ahorro para los trabajadores informales, y la cultura del ahorro para los trabajadores informales. Schmidt-Hebbel (2014), en otro tanto, también informó que los trabajadores de la economía informal encuentran a los esquemas de micropensiones atractivo y transparente, lo que aumenta su confianza y fomenta el ahorro para aumentar sus fondos de pensiones.
Diferentes países tienen diversas formas de sistemas de micro pensiones en beneficio de los trabajadores de la economía informal.
En China, Hu y Stewart (2009) observaron que el sistema se ha caracterizado por una obligación mínima, así como por una pensión privada voluntaria que atrae a muchos trabajadores a pequeña escala debido a las características de simplificación y flexibilidad del régimen. En Bangladesh y la India, Goyal (2010) señala que el modelo de agente asociado y el modelo Grameen son las pensiones voluntarias más comunes en funcionamiento. En el caso de Chile, la OCDE (2013) informa de una mezcla de regímenes voluntarios con subsidios gubernamentales y regímenes copatrocinados que permiten la flexibilidad de las contribuciones y las condiciones de retiro, así como la exención de impuestos sobre las contribuciones y los ingresos de las inversiones, las aportaciones y los ingresos de las inversiones.
Un marco conceptual para las micropensiones
El enfoque tradicional de ahorro obligatorio para las pensiones basado en los ingresos no se ajusta a las condiciones obvias de los trabajadores informales/independientes.
Falta de contrato laboral, flujo irregular de ingresos, vulnerabilidades socioeconómicas, imposibilidad de aplicar planes obligatorios, etc. Aunque los trabajadores informales tienen el potencial de ahorrar -y ya lo hacen- sus necesidades de ahorro no podrían alinearse con las características de las opciones actuales de ahorro para la jubilación (si es que las hay).
Por otro lado, desde el punto de vista del gobierno/empresa, interactuar con estos trabajadores puede ser costoso (por ejemplo, las economías de escala), lo que disuade de la aplicación de posibles soluciones. Pero hay un enorme potencial para las iniciativas público-privadas si hay soluciones que desarrollen un mercado para el ahorro voluntario para la jubilación.
Bhardwaj et al (2020) ilustra que hacia el 2050 habrá 2.400 millones de personas que superan los 65 años, de los cuales 600 millones se encontrarán por debajo de la línea de pobreza, y otros 1.200 millones que trabajan en el sector informal que tiene capacidad de ahorrar, aunque no de la manera tradicional, y que no tendrá como mitigar los problemas de la vejez. Es decir, solamente un 25% estará recibiendo una pensión de manera tradicional. Así, a menos que los trabajadores del sector informal ahorre lo suficiente para la época del retiro, ellos enfrentarán más de 20 años de pobreza. Bhardwaj et al (2020) y Tuesta (2020) encuentran que si una persona con 25 años ahorra US$ 1 por día, se podría alcanzar una pensión ajustada a inflación de US$400 al mes por 20 años, cuando llegue a los 60 años.
Otro aspecto importante analizado por Bhardwaj et al (2020) es el costo elevado que implicaría para los gobiernos brindar una pensión universal. Para ello, a manera de ilustración concluye que una pensión social de US$2 al día a los 1,800 millones de excluidos del sistema de pensiones hacia el 2050, significaría un costo fiscal de US$ 1.3 billones de dólares. El estudio contrapone a esta muy elevada cifra de gasto público lo que significaría, por ejemplo, que el 10% de los trabajadores informales iniciaran este ahorro de US$ 1 al día. En este caso, se podría lograr construir activos de US$ 850 mil millones en sólo una década. Esto es muy importante, porque evidencia que existe un atractivo de mercado para ofrecer micropensiones, si hubiese la oportunidad e incentivos de construir el producto financiero adecuado.
Una buena estrategia para desarrollar micropensiones sería integrar en una sola “canasta” un conjunto de servicios y actividades. Esta visión la contempla PinBox Solutions (Bhardwaj et al, 2020) quien ha desarrollado para Kenia e India un producto integrado que congrega un componente de micropensión, otro de ahorros líquidos, un componente de aseguramiento y un esquema de pagos digitales. El componente de micropensiones está pensado para otorgar solución flexible para el retiro del tipo “contribución definida”. El componente de ahorros líquidos permite a los afiliados a este esquema tener acceso a los recursos para atender problemas como el ahorro para la educación a los niños, matrimonio y emergencias. El pilar de aseguramiento para riesgos como la salud, fallecimiento, entre otros, permite dar la necesaria tranquilidad que genera situaciones de alta incertidumbre. Y todo ello complementado por un esquema de pagos digitales para ahorrar y retirar los recursos de manera automática.
En el caso de Kenia e India, se ha trabajado una plataforma que integre a diferentes actores que tienen interés en participar en el mercado de micropensiones, pero que no lo hacen porque no existen los incentivos de mercado para hacerlo. La plataforma digital lo que hace es conectar la oferta y la demanda donde diferentes actores pueden sumarse para proveer el servicio recaudador, el de gestión de activos, el de custodia, el de aseguramiento, el de pago del flujo pensionario, entre otros. La plataforma reduce el costo de transacción al permitir en un solo punto a diferentes actores. Al mismo tiempo, la misma plataforma permite ser una base de bajo costo y muy útil para proveer información oportuna y educación financiera al participante en el plan de micropensiones. En estos dos países se utiliza el chat de WhatsApp como medio para afiliarse, ahorrar y recibir información.
Conclusiones
En este artículo hemos realizado una revisión de aspectos que consideramos clave en el desarrollo de micropensiones, como una solución para suplir la falta de atención a los riesgos que enfrenta un porcentaje amplio de las personas en el mundo Emergente. Hemos subrayado las dificultades que tienen los esquemas de pensiones formales para adaptarse a las características socioeconómicas que tienen los trabajadores informales, donde destaca las dificultades de generar un flujo regular de ingresos que sirve de base para el ahorro de largo plazo.
También revisamos que no obstante existir un potencial para el ahorro en el segmento informal de bajos ingresos, estos usualmente requieren tener una concreción de corto plazo, por lo que se hace evidente que cualquier objetivo pensional requiere compatibilizarse con las necesidades de liquidez inmediatas bajo determinadas condiciones, así como la necesidad de incorporar esquemas de aseguramiento. La mayoría de las experiencias en la implementación de esquemas de micropensiones han demostrado que pueden ser exitosas, aunque todavía a pequeña escala. La introducción de plataformas digitales para reducir los costos de transacción brinda interesantes expectativas en cuanto a la posibilidad de reducir costos de transacción que haga atractivo los productos financieros tanto a la oferta como a la demanda, pero queda por ver el nivel de despegue que lo pueda consolidar como un mecanismo de mayor escala.
Referencias
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La tecnología va a desplazar una enorme cantidad de empleos hoy existentes. El futuro del trabajo (de hoy) es malo de toda maldad y hay poco que pueda hacerse.
Pero también va a traer una ingente cantidad de nuevos trabajos para los que hoy no hay casi nadie formándose, sencillamente porque no se sabe muy bien cómo serán esos trabajos. El trabajo del futuro es brillante y hay mucho que hacer para promover este escenario.
También hay enormes inercias en las esferas:
Laboral-sindical: los trabajadores son reacios al cambio radical productivo, cuando lo que se necesitan son “sabáticos laborales para favorecer este cambio”, y los sindicatos solo se ocupan de los insiders… pero de los que van quedando a medida que se extiende el trabajo temporal y se precaria los empleos indefinidos convencionales
Empresarial-productiva: los empresarios se resisten a dar por amortizadas muchas de sus actividades y convertirse de nuevo en emprendedores, están en una zona de confort movediza, prefieren contratar barato que capitalizar su empresa y renovarla. Con ello, parece mentira que lo desconozca, bracean en el confort de arenas movedizas y se hunden más y más, y con ellos la economía y los empleos del futuro.
Institucional-corporatista: los formadores son muy responsables de la escasa renovación de los currículos escolares y de la enseñanza superior. Habría que fomentar ciclos cortos o hipertensión cortos de FP y en otras instancias formativas (bachillerato y universitario) para ir adaptándose rápidamente a las nuevas posibilidades de la tecnología y los mercados que emergen de ella. Las autoridades formativas, laborales y las corporaciones profesionales de formadores (profesores universitarios y de bachillerato y FP) tienen mucha tarea por delante.
Las pensiones en este proceso de transformación: habrá una dura “transición previsional”. Ya vemos cómo se precariza el trabajo y con ello se debilitan los derechos sociales, pensiones incluidas. Habrá mucha resistencia y recursos escaso. Tensión para que coticen los robots (vid infra). Hasta que se asienten nuevas fórmulas previsionales acordes con los trabajos emergentes y cambien panorama. Una transición compleja y no sin costes, mayores cuantas más resistencias al cambio que se avecina opongamos.
Una reflexión final provocadora sobre las pensiones:
Los trabajos del futuro serán tan buenos y remuneradores que nadie querrá jubilarse y tendremos que abolir el sistema de pensiones...
Como referencias a esta respuesta: https://www.empresaglobal.es/EGAFI/descargas/1051548/1633772/trans-formacion.pdf y https://www.empresaglobal.es/EGAFI/descargas/1617034/1633772/robots-ii-pagaran-los-robots-nuestras-pensiones.pdf
Los sistemas tradicionales de pensiones han venido experimentando desafíos importantes que superan y anteceden las tendencias demográficas de envejecimiento de la población, especialmente en países
con poblaciones relativamente jóvenes.
A pesar de las reformas pensionales, la escasa participación de la población en edad de trabajar y las lagunas previsionales de aquellos que cotizan están provocando
problemas de cobertura y suficiencia en los montos que se lleguen a pagar en el retiro.
La época de la post pandemia del Covid también ha provocado un cambio en la dinámica de los mercados laborales. Hoy día los trabajos son más de forma remotos, con horarios alternos, con patronos múltiples y sin que exista una relación de dependencia. Estas circunstancias favorecen un incremento en la informalidad laboral, ante la dificultad de fiscalizar de forma efectiva la afiliación. La consecuencia es una precarización del trabajo de las personas que pierden el acceso a los beneficios de la seguridad social.
Por tanto, es relevante posicionar en la discusión de reformas métodos alternativos para financiar las pensiones y los otros servicios de la seguridad social. Una forma de hacerlo es favoreciendo esquemas
de contribución basado en el consumo, como ha sido el ejemplo de países como el Perú, Chile, México y Colombia. Es por esto que el artículo de David Tuesta resulta refrescante pues plantea alternativas de
financiamiento como es el caso de las micro pensiones. Tal como lo indica el autor, si bien está no es la única solución al problema (y ninguna lo es pues es un tema complejo), es un paso en la dirección
correcta para promover el ahorro pensional, más allá del tradicional enfoque patrono – trabajador.
No existe mayor desafío para el mundo de las pensiones que la de incorporar a los cientos de millones de personas que se encuentran en la informalidad a un esquema de ahorro de largo plazo.
El tiempo se agota. Se avecinan las tres décadas de más rápido envejecimiento en la historia de la humanidad y aproximadamente 5 de 10 personas en el mundo en desarrollo no están ahorrando para su futuro.
Es por ello que el texto de David Tuesta no puede ser más oportuno. Con claridad, se exponen las ingentes barreras que enfrentan los trabajadores informales para ahorrar para su retiro. La insuficiencia de ingreso y su intermitencia son solo parte de las barreras que impiden que las personas ahorren.
Tuesta esboza una potencial salida: esquemas de ahorro en pequeñas cantidades, hechos a la medida, flexibles, sencillos y de fácil acceso. Por ello, el autor nos invita a tomar las buenas experiencias en el mundo y multiplicar los esfuerzos. Aún estamos a tiempo para enfrentar el desafío.