El mercado laboral europeo envejece. Según Eurostat, entre 2013 y 2018 el número de empleos en la zona euro ha aumentado en 8,8 millones. De esos, 6,4 millones están ocupados por mayores de 55 años. En su informe anual, el BCE alerta: “Un análisis del crecimiento del empleo durante la recuperación revela que el avance se ha concentrado en las personas de más edad. En torno a tres cuartas partes del crecimiento acumulado del empleo se corresponde con el colectivo de edades comprendidas entre 55 y 74 años”. El eurobanco lo achaca a que el baby boom se ha incorporado a esa franja de edad, recomponiendo la distribución por generaciones. Y a que la mejor formación y las reformas de pensiones han hecho que se alargue la vida laboral.
“Parece posible que una sociedad en la que la proporción de jóvenes sea cada vez menor se vuelva peligrosamente poco progresista, siendo relegada por otras comunidades no solo en técnica, eficiencia y bienestar económico, sino también en el rendimiento intelectual y artístico”, reza un informe sobre la población elaborado en el Reino Unido en... 1949.
Empezando por las teorías maltusianas, los agoreros de las predicciones demográficas han existido siempre. Muchos economistas sostienen que las ganancias en productividad y tecnología han conseguido y pueden conseguir que se mantengan unos estándares altos de vida incluso si la población envejece. Sin embargo, se desconocen los efectos que generará el envejecimiento del baby boom combinado con el hecho de que las personas fallecen cada vez más tarde y con una menor tasa de natalidad, un cóctel de factores demográficos que está cobrando una gran relevancia en el análisis de la coyuntura económica.
En su informe anual, el Banco Central Europeo llama la atención sobre la llegada del baby boom al tramo final de su carrera laboral. Si se compara por edades el aumento del empleo en la eurozona, tres de cada cuatro de esos trabajos están en la cohorte de mayores de 55. En buena medida, el empleo crece más en esos grupos por el envejecimiento de la población ocupada. Se trata de un efecto recomposición: la estructura de población deja de ser una pirámide para tomar la forma de una hucha al llegar el baby boom a edades más avanzadas, una generación que en la mayor parte del mundo occidental comprende a los nacidos entre 1946 y 1964, pero que en España recoge a los nacidos entre 1957 y 1979.
Es decir, España va con una década de retraso porque se quedó fuera del Plan Marshall. Por ese motivo, esa misma relación resulta aquí un poco menor, si bien sigue siendo alta: un 43% del aumento del empleo en la recuperación se encuentra en los mayores de 54 de años, según el INE. Y sube al 60% cuando se toman los mayores de 49.
Al tratarse del grupo de población más nutrido, estas cifras son a la vez coherentes con que los mayores de 50 años sean también los más perjudicados por el paro de larga duración.
“Antes de la crisis, la población en edad óptima para trabajar, entre 25 y 54 años, suponía dos tercios del empleo creado. Sin embargo, ahora solo representa una quinta parte de los puestos generados durante la recuperación”, recalca el BCE en un estudio.
Pero el eurobanco no solo atribuye el incremento del empleo en esas edades a la demografía. A este hecho solo achaca un tercio de ese crecimiento. Dos tercios obedecen, según la entidad, a la mayor participación en el mercado de trabajo a esas edades. Es decir, a que la gente trabaja más años. Un motivo aducido es que están en mejores condiciones, más formados y, por lo tanto, permanecen activos más tiempo. Y, sobre todo, el BCE lo justifica por las reformas de pensiones, que han elevado la edad legal de retiro o han endurecido la jubilación anticipada, provocando una subida de la proporción de personas trabajando en esas edades.
Además, “el aumento de la esperanza de vida influye en la duración de la carrera laboral, ya que la gente puede decidir prolongar el trabajo para evitar largos periodos de inactividad y protegerse del riesgo de pobreza en una edad avanzada”, argumenta el eurobanco.
Una parte de ese incremento se debe al avance del empleo a tiempo parcial, que se explica por la mayor participación de trabajadores maduros. En España, los expertos destacan que muchas mujeres entraron en el mercado laboral para compensar la pérdida de empleo de la pareja. Y ahora habrían alcanzado esas edades.
Una economía distinta
En el fondo, el BCE se felicita por la buena noticia de que se trabaje más. No obstante, advierte de las consecuencias a otros niveles: “El sustancial incremento de la proporción de trabajadores de más edad puede provocar cambios profundos en la economía, a través de su impacto en los patrones de consumo, ahorro e inversión, así como en la evolución de los salarios y la productividad”.
En una presentación reciente, el director de estudios del Banco de España, Óscar Arce, explicó que el envejecimiento plantea retos de primer orden. Una población envejecida innova menos y presenta una productividad baja al tener menor capacidad para adaptarse a cambios tecnológicos. Además, como desciende la gente ocupada, se reduce el consumo y la inversión. Y también disminuye la demanda de bienes que necesitan inversión. Por ejemplo, se compran menos productos duraderos como coches. Todo ello rebaja el crecimiento potencial de la economía.
Además, en la medida en que se aproximan a la jubilación, los individuos engordan su ahorro, lo que en el caso del baby boom provoca una masiva oferta de dinero buscando inversiones seguras en los mercados. De esta forma, los tipos de interés caen.
Como apuntó el economista jefe del BCE, Peter Praet, en Madrid a finales del año pasado, “los altos niveles de deuda pública combinados con unas significativas obligaciones implícitas en las pensiones públicas pueden dejar poco margen fiscal para paliar los ciclos”. Y al caer el crecimiento potencial y disminuir los tipos de interés, se deja menos capacidad de maniobra al BCE para reaccionar ante una recesión. En consecuencia, las crisis podrían ser “más largas” y las recuperaciones “menos vigorosas”, dijo.
Fuente: El País