· 14 Noviembre 2017

El algoritmo de la longevidad

Por cenie
El algoritmo de la longevidad - Sociedad, Investigación

Dos doctores en Genómica y Económicas analizan el mayor reto del tercer milenio, el envejecimiento de la población, y predicen el límite: el ser humano no está preparado para vivir más de 120 años.

En la isla griega de Icaria, seis de cada 10 habitantes tienen más de 90 años. Los icarianos tienen en común costumbres como beber leche de cabra, la preferencia por los vegetales frescos, la vida sencilla, los paseos –repletos de cuestas– ya que se encuentran en plena montaña y, ¡eureka!, media hora de siesta diaria.

Unos hábitos saludables que, según los expertos, suponen tres cuartas partes del “algoritmo de la longevidad”, es decir, las variables que llevan a determinadas personas a vivir más que la media. La genética es el otro 25% y el gran misterio que en los últimos años se está desvelando gracias a los avances en genómica.

Teniendo en cuenta que el aumento de la esperanza de vida es una de las mayores incertidumbres y retos del siglo XXI –el sostenimiento de las pensiones, la reposición de la población, nuevas enfermedades…– descifrar ese algoritmo está en el centro de las investigaciones de expertos de las distintas áreas, desde la medicina a la economía pasando por la bioética.

Remontémonos al origen. Entre los siglos I y XX, la esperanza de vida apenas varió. En el imperio romano se vivían unos 50 años, apenas una década menos que a principios del siglo XX. Ha sido en el siglo XX y lo que llevamos del XXI cuando se ha disparado la esperanza de vida. La higiene, los antibióticos y las vacunas (pese a las corrientes contrarias) han contribuido a un fenómeno que avanza a un ritmo de cinco horas al día según los expertos, que calculan que la vida media podría alcanzar los 100 o 120 años a finales de este siglo.

Unida al crecimiento de la esperanza de vida está la disminución de la natalidad. Un fenómeno que afecta a todos los países desarrollados y que está empezando a provocar situaciones como que, desde 2014, en Japón se vendan más pañales para adultos que para niños. O que en Alemania esté naciendo un nuevo fenómeno migratorio, el gerontológico, ya que miles de ancianos se están yendo a residencias de mayores en Polonia, donde el coste medio es tres veces más barato que en su país de origen.

España no escapa a esta realidad. Las mujeres inmigrantes, que en los últimos años habían “levantado” las tasas de natalidad, en parte se han ido o están reduciendo también su número de hijos. En 2012 nacieron un 30% menos de niños que en 1976, cuando había un 30% menos de población. Mientras que España es uno de los países con mayor esperanza de vida, también es uno de los que presentan mayores tasas de dependencia, solo por detrás de Japón, Macao, Corea del Sur e Italia.

Frente a esta realidad, urge analizar el fenómeno y emprender estrategias que aborden cada cara del prisma. Exponer todas esas caras y plantear nuevas perspectivas es el objetivo que se han propuesto los científicos José Miguel Rodríguez-Pardo (doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Biomedicina y Ciencias de la Salud por la Universidad Europea de Madrid) y Antonio López Farré (doctor en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad Autónoma de Madrid) en Longevidad y Envejecimiento en el tercer milenio: nuevas perspectivas, editado por la Fundación Mapfre.

Las “zonas azules” donde se vive más

En 2004, National Geographic de la mano del experto en longevidad Dan Buettner analizó y encontró los lugares del mundo donde más se vive, a los que llamó “zonas azules”. La isla griega de Icaria, Okinawa (Japón), Nicoya (Costa Rica), Loma Linda (en California, EEUU) y Cerdeña (Italia) superan con creces la esperanza de vida media de los países donde se encuadran y tienen, como estableció Buettner y recoge ahora Longevidad y Envejecimiento en el tercer milenio, algunos aspectos en común.

El ejercicio, una dieta cuidada, las frutas, legumbres y frutos secos, beber vino moderadamene, tener un propósito de vida y evitar el estrés; hacer la siesta y pertenecer a círculos sociales o religiosos son algunas de las claves que caracterizan a los pueblos más longevos, junto con la priorización de la familia y amigos con los que compartir objetivos.

En España, las zonas más longevas están en Galicia -en concreto en Melide (A Coruña)- y en Málaga capital. Allí es donde más centenarios hay, un segmento de la pirámide que varía mucho entre países.

Tras los centenarios se calculan los supercentenarios (más de 110 años) y supersupercentenarios (más de 115). En estos, lo más relevante es que es un segmento mayoritariamente femenino. Ellas son el 90% de los supercentenarios y el 95% de quienes tienen más de 115 años.

25% genes, 75% estilo de vida

Si en los pueblos más longevos se observa un estilo de vida común (saludable), los estudios que citan Rodríguez-Pardo y López también hacen referencia a aspectos externos como la educación, la renta o el entorno. Estudios como el de la Universidad de Harvard y Tufts (EEUU) publicado en The International Journal of Obesity que relacionaba la longevidad con la hora de comer. En concreto, decía que quienes comen más temprano viven más (para quien le interese, establecía el ideal horario con el desayuno entre 7 y 7.30, la comida entre 12 y 12.30 y la cena entre las 18  y 18.30). El descanso es otro de los factores modulables que pueden ayudar a vivir más. Los expertos hablan de ocho horas (ni más ni menos) aunque con excepciones.

Pero el 25% que no se puede modificar y que viene escrito en el ADN parece estar determinado por ciertos genes de los que cada vez se conoce más. Desde que a principios de siglo XXI se secuenciara por primera vez el genoma humano (en un proyecto de 300 millones de dólares y años de trabajo), el avance ha sido rápido y ahora se puede hablar de secuenciación low cost (por 1.000 dólares). De hecho, y tal como recoge Longevidad y Envejecimiento en el tercer milenio, según Miguel Lucas-Tomás, de la Real Academia de Medicina, en 2025 todos los individuos podrían tener su genoma secuenciado y se convertirá en una especie de documento nacional de identidad médica.

Así, ya se han identificado genes relacionados con la longevidad (variante E2 de APOE, FOXO3A, CETP…) y que abren vías de investigación como explican en su libro Rodríguez-Pardo y López. Sin embargo, los científicos advierten que el que se dio en llamar el “gerontogen” (o lo que sería una especie de Santo Grial de la longevidad) no existe. Entre otros, por culpa de la epigenética, ya que muchos de los genes se modifican en contacto con el entorno, una idea del biólogo Jörg Blech en su libro El destino no está escrito en los genes.

Biomarcadores de la longevidad

Más que los genes, la forma en que se va a poder determinar el nivel de envejecimiento son los biomarcadores. Así, observando los telómetros (los extremos de los cromosomas) y cómo se acortan con el paso del tiempo se puede ver, más allá de la edad cronológica, el proceso de envejecimiento en el que se encuentra un individuo. De hecho, experimentos con ratones han demostrado que al activar la telomerasa se aumentaba su esperanza de vida hasta un 24%.

También el perfil metabólico, considerado una huella dactilar química y relacionado con el peso al nacer, o la microbiota (las bacterias que se encuentran en el intestino y en la boca y que son vitales para la salud metabólica y digestiva) se van modificando con el envejecimiento y son un signo de la edad biológica (más que cronológica) de la persona.

De medicina regenerativa a medicina predictiva

La medicina regenerativa que busca reparar el daño celular, ya sea por una enfermedad o por el envejecimiento, ha dado un salto sobre la medicina curativa al plantear soluciones como la clonación terapéutica o la ingeniería de tejidos, que permite desarrollar “órganos bioartificiales en laboratorio” para reemplazar aquellos que no funcionan o no existen. Un ejemplo es el del proyecto de la Universidad de Granada que ha desarrollado piel a través de células madre del cordón umbilical que permitirá tratar a grandes quemados.

Sin embargo, para abordar el reto de la longevidad las soluciones se plantean más desde la llamada medicina predictiva, la que pretende averiguar cuál va a ser la esperanza de vida del individuo y qué enfermedades tiene más posibilidades de desarrollar para combatirlas antes de que aparezcan.

Amenazas y retos para una sociedad envejecida

Si los autores plantean los 120 años como la edad factible a la que llegaremos en unas décadas, sobre ello planean algunas amenazas que podrían cambiar el curso de la realidad. La pandemia de la obesidad, la economía, el surgimiento de nuevas enfermedades infecciosas o resurgimiento de las antiguas o posibles catástrofes.

Adaptar la industria y los servicios a una población envejecida y conseguir sistemas de salud sostenibles son dos retos a los que nos enfrentaremos en los próximos años.

Además, no menos importante es la necesidad de adaptar a la sociedad a “envejecer con dignidad”, como se titula el último capítulo del libro de López y Rodríguez-Pardo, y que se asocia también a la aceptación de la pérdida de seres queridos, superar el creciente riesgo de pobreza (pensiones) o a adaptarse a los avances tecnológicos.

Por último, el debate ético: ¿Tiene sentido vivir 120 años? Sobre esto último, no parece haber más respuesta que las diferentes visiones que escritores y personas ilustres han ofrecido a lo largo de los años. Los autores eligen, entre otras, el tuit que Nelson Mandela escribió tan sólo un día antes de morir: “Cuando un hombre ha hecho lo que considera que es su deber para con su gente y su país, puede descansar en paz”.

Foto: Tiago Muraro

Fuente: www.elindependiente.com

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