Edadismo nos llega del inglés “ageism” y no es más que la discriminación por edad, una forma de perjuicio contra las personas mayores. La mayoría de nosotros reconoce que la discriminación es algo desagradable en todas sus formas, pero parece ser que existen algunos aspectos curiosos del envejecimiento que lo hacen diferente de otros tipos de discriminación.
Generalmente, cuando discriminamos a otros, los elegimos como el "grupo externo", con características negativas que los separan de nosotros, el "grupo". Pero con el envejecimiento, realmente evitamos a un grupo al que nos uniremos irremediablemente más tarde en nuestra vida, es como si discrimináramos a nuestro yo futuro.
Los investigadores se refieren a este fenómeno como la paradoja de fuera del grupo. Casi todo el mundo considera que envejecer es preferible a la alternativa, y como no podemos alterar el camino, optamos por reimaginar el destino. Razonamos que somos de una nueva era, y no tendremos los mismos rasgos que los adultos mayores de hoy cuando lleguemos allí.
Según los informes, el Dr. Robert Butler, un eminente gerontólogo, acuñó el término "edadismo" en la década de 1960, pero la práctica parece haber existido desde siempre. Tal vez más desconcertante es la investigación que indica que son los de mediana edad, en lugar de los jóvenes, quienes son los peores “infractores”.
La investigación publicada en la revista International Psychogeriatrics revela que las personas de mediana edad tienden a ver la vejez a la vuelta de la esquina y sienten la necesidad de mantener su propia imagen de sí mismos denigrando a los que son mayores. No es sorprendente que las personas en esta edad demográfica también juzguen que el inicio de la vejez se produce mucho más tarde que las personas más jóvenes.
También la Organización Mundial de la Salud tiene su mira puesta en esta cuestión. Según la encuesta World Values Survey que se realizó a más de 83.000 personas en 57 países, se tuvieron en cuenta las actitudes hacia las personas mayores en todos los grupos de edad. En opinión del 60% de los encuestados, no se otorga a los ancianos el respeto que se merecen. Curiosamente este problema está más marcado en los países con un alto nivel de vida, donde el grado de respeto por este grupo de edad es más bajo.
Para John Beard, Director del Departamento de Envejecimiento y Ciclo de Vida de la OMS, “este análisis confirma que el edadismo es un fenómeno muy extendido. La mayoría de las personas nos dejamos llevar inconscientemente por los estereotipos sobre las personas mayores. Sin embargo, como ocurre con el sexismo y el racismo, podemos modificar estas conductas presentes en nuestras sociedades y dejar de tratar a las personas en función de su edad. Con ello, lograremos que nuestras sociedades sean más prósperas, equitativas y saludables”.
Consecuencias
Primero, es necesario saber que nadie es más consciente de los estereotipos alrededor de las personas mayores que ellos mismos. Ya es suficientemente malo que todos los grupos etarios sean cómplices de la discriminación por edad, como para añadirle una “aceptación social” mayor que a otros "ismos", razón que hace que el edadismo se vea en prácticamente en todas partes.
Algunos pueden argumentar que la sociedad es más tolerante con la diferencia de edad que en épocas anteriores, y es probable que haya evidencia de esto si examinamos el racismo o el sexismo hoy en día en comparación con hace un siglo. Pero el envejecimiento, por el contrario, puede haber empeorado en los tiempos modernos.
El Dr. Todd Nelson, de la Universidad Estatal de California, señala que los adultos mayores eran considerados maestros sabios en las sociedades tradicionales, guardianes del conocimiento acumulado y la memoria institucional. Él argumenta que dos eventos históricos han conspirado contra las personas mayores para disminuir su estatus en la sociedad. El primero fue el advenimiento de tecnologías como la imprenta, que permitió preservar y diseminar el conocimiento acumulado a expensas de la colaboración del anciano. El segundo la industrialización de la sociedad, que exigía movilidad en las familias para ir a donde estaban los trabajos, y dejaba fuera a los adultos mayores por ser menos “adaptables”.
Cualesquiera que sean las raíces de la discriminación, las personas de todas las edades parecen ser tanto los perpetradores como, eventualmente, las víctimas. Depende de nuestros esfuerzos colectivos reconstruir la imagen de los adultos mayores como seres competentes, productivos y sociales, o al menos reconocer que las personas mayores no son diferentes del resto de nosotros, simplemente, son jóvenes que han crecido.
Además del estigma del perjuicio, el edadismo tiene consecuencias negativas en la salud de las personas mayores, que muchas veces se ven como una carga para los demás haciéndoles proclives a la depresión y el aislamiento social.
Alana Officer, Coordinadora del Departamento de Envejecimiento y Ciclo de Vida de la OMS, señala: “El envejecimiento de la sociedad puede ser positivo si conservamos mejor la salud con la edad. Pero, para ello, debemos desprendernos de los prejuicios contra las personas mayores. El edadismo puede adoptar muchas formas. Lo vemos en los medios de comunicación, cuando presentan a los ancianos como personas frágiles, dependientes y alejadas de la realidad; en algunas prácticas discriminatorias, como la limitación de los servicios sanitarios que se presta a las personas mayores, y en políticas institucionales, como la jubilación obligatoria a determinada edad”.
Un estudio, de la Universidad de Lieja en Bélgica, publicado en la revista Child Development, destaca que los niños que pasan más tiempo de calidad con los abuelos tienen una actitud más saludable hacia las generaciones mayores. Los investigadores examinaron 1151 niños y adolescentes.
"Pedimos a los niños que describieran cómo se sentían al ver a sus abuelos. Los que se sentían infelices eran designados como de baja calidad de contacto. Cuando se trataba de puntos de vista de la edad, descubrimos que la calidad del contacto importaba mucho más que la frecuencia", dijo Allison Flamion , estudiante de doctorado en psicología, quien dirigió el equipo de investigación.
Los niños usaban palabras como feo, sucio, cruel, aburrido y lento para describir a los ancianos: "Los niños necesitan tantos adultos carismáticos en sus vidas como sea posible. Aumenta la confianza y aumenta su resiliencia. Desafortunadamente, la capacidad de recuperación es algo que está en declive”.
“Los resultados de este estudio me entristecen como psicólogo", dijo el Dr. Carr-Gregg, "A medida que nos convertimos en una población que envejece, es vital que los jóvenes se eduquen en el valor de tener abuelos o personas mayores en sus vidas. Su experiencia y sabiduría es invaluable".