Gracias al envejecimiento activo, los avances médicos, la prevención y los cuidados en la salud vivimos más y con una mejor calidad de vida. A pesar del gran impacto que suponen los aspectos del entorno construido, en la calidad de vida y en el bienestar de la población mayor, en todas sus escalas y complejidades, desafortunadamente todavía no se ha empezado a considerar a este grupo como objeto de trabajo y oportunidades en el diseño de nuestras ciudades.
Paz Martín Rodríguez, arquitecta por la ETSAN de Navarra y máster en Arquitectura por el Berlage Institute de Ámsterdam, analiza y reflexiona en este artículo sobre los retos que supone este escenario, ya que como señala, las relaciones de la longevidad con la ciudad -urbanizANDO la vejez-, la vivienda -habitANDO la vejez- y el ocio -disfrutANDO la vejez- son aspectos todos relacionados con el diseño arquitectónico y urbanístico de las urbes. La longevidad abre nuevas alternativas no sólo para arquitectos, sino también para promotores y empresas innovadoras, quienes deberán ser capaces de darles respuestas de calidad y anticiparse a las necesidades de un grupo cada vez más exigente.
Arquitectura, urbanismo y vejez.
“Cada vez hay una discrepancia mayor entre la aceleración de la cultura y la lentitud persistente de la arquitectura.” Rem Koolhaas 2004.
Esta afirmación es muy relevante en tiempos de una sociedad longeva, ya que algunos de los aspectos específicos de la vida humana - la vejez, la enfermedad, la decadencia, los cuidados - parecen estar adscritos a determinados espacios físicos que se mantienen separados del espacio de la vida cotidiana que nos rodea.
La arquitectura, como un medio de organizar las relaciones humanas en el espacio y el tiempo, está sujeta a una fuerte ortodoxia en cuanto a dónde y cómo ciertas funciones se deben ubicar en el paisaje urbano.
Mientras que la arquitectura contemporánea admite el ideal de estructuras multifuncionales, a un urbanista nunca se le ocurriría mezclar espacios de vida con espacios de degradación. Ubicados frecuentemente en la periferia de la ciudad, es como si los espacios de la senectud hayan sido arrojados fuera del alcance de nuestra conciencia corporal.
Está claro que la arquitectura alcanza físicamente lo que la sociedad de consumo intenta aplicar mentalmente. La vejez y la idea de ella parecen no tener cabida en una sociedad que solo alaba las virtudes de la juventud, la movilidad y el éxito.
O más que un no lugar en absoluto, ¿no asignamos topografías bien definidas, pero camufladas, estéticamente cuestionables e introvertidas a la vejez? Es como si la propia arquitectura como generadora de soluciones para necesidades reales hubiese olvidado su finalidad social para centrarse exclusivamente en las funciones productivas y representativas.
También es cierto que a pesar de que están mucho menos expuestos y que no generan atención en esta sociedad bulímica de imágenes, sí que empiezan a aparecer ejemplos de nuevos proyectos para personas mayores que, desde el respeto, reivindican la dignidad de esta etapa de la vida.
La longevidad de la población, también llamado tsunami gris, constituye un reto de grandes dimensiones a todos los niveles, comparable al que se enfrentaron aquellos arquitectos que diseñaron las modernas ciudades que acogían un éxodo rural masivo o aquellos que reconstruyeron las ciudades después de la guerra, periodos en los que la necesidad de actuar con rapidez y ofrecer soluciones innovadoras y adaptadas a los recursos existentes hizo que las soluciones aportadas sentasen las bases para muchos desarrollos posteriores.
A diferencia de entonces, en que el reto era un objetivo prioritario de todos los agentes públicos y privados implicados y por lo que se contrataron a muchos e importantes arquitectos, parece que hoy todavía no se ha llegado a considerar la escala y dimensión del reto de la longevidad y de lo mucho que esta afectará a las viviendas y a las ciudades que habitamos, e intentar anticiparnos al escenario, previendo qué características y necesidades reales tendrá esa compleja sociedad envejecida, y darle soluciones innovadoras a la altura.
Desde la ubicación de un banco hasta un tenedor
Lo realmente apasionante de este reto es que afecta a gran diversidad de escalas de nuestro campo de trabajo, ya que las relaciones de la longevidad con la ciudad -urbanizANDO la vejez-, la vivienda –habitANDO la vejez- y el ocio- disfrutANDO la vejez-son aspectos todos relacionados con el diseño arquitectónico y urbanístico.
Intentaré en este texto hacer partícipe al lector de dichas relaciones y de las conclusiones que considero relevantes, y para ello utilizaré como guía las relaciones antes expuestas donde la arquitectura y el urbanismo deben y pueden aportar.
UrbanizANDO la vejez
Según el INE en nuestro país el 75,15% de las personas mayores habita en municipios mayores de 10.000 habitantes, aunque el envejecimiento de la población, proporción entre adultos mayores y jóvenes, es mayor en municipios más pequeños y según las proyecciones esto continuará siendo así en el futuro.
Esto es debido a varias causas, en primer lugar, al éxodo rural que todavía sigue siendo un gran problema sobre todo en comunidades como Castilla y León, y en segundo a que la mayoría de los servicios se concentran siempre en grandes poblaciones, lo que obliga a muchas personas mayores de zonas rurales a emigrar a poblaciones mayores donde existen servicios para ellos.
La ciudad, o pueblo, es el espacio donde se produce la relación entre los diferentes grupos sociales, donde se establecen las relaciones humanas y donde se produce la integración social y es el espacio público como extensión del espacio doméstico donde se produce la socialización de los mayores.
Si analizamos la configuración actual de nuestras ciudades, estas han sido diseñadas para una vida productiva, en la que la movilidad, el aprovechamiento de recursos y la logística de servicios, están pensados para una población activa y eminentemente joven.
Esta condición añadida a la presión inmobiliaria que hemos vivido durante los últimos años, ha convertido nuestras urbes en lugares donde los espacios de relación eminentemente públicos, aceras, plazas, parques, y jardines, han sido descuidados. Temas como la accesibilidad, el mobiliario urbano, las dotaciones urbanas, y la movilidad comienzan de nuevo a estar en las agendas públicas.
Ciudades amigables con las personas mayores
La OMS en su programa de 2005, Age Friendly Cities (Ciudades Amigables), fusiona el fenómeno del envejecimiento de la población mundial con la preocupación por el control de la urbanización del planeta y el control de las grandes aglomeraciones urbanas.
Para ello el programa identifica una serie de aspectos que determinan la vida diaria de las grandes urbes: la vivienda, la movilidad y el transporte, la participación ciudadana, la inclusión social, el empleo, el diseño de los edificios, el espacio libre, las dotaciones y servicios, las redes colaborativas, la comunicación y el derecho a la información.
“Una ciudad amigable con las personas mayores alienta el envejecimiento activo mediante la optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad, a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen.” (OMS, 2007:7). Esta afirmación del texto del programa abunda en la necesidad de una ciudad en la que sea posible un envejecimiento de calidad haciendo posible la ocupación y el disfrute del tiempo de los mayores en un entorno participativo.
Este programa al que se adscriben voluntariamente las ciudades y pueblos, se implementa en periodos de cinco años, durante los cuales se realiza un diagnóstico de todos los campos anteriormente citados, se elaboran unas conclusiones y objetivos, se proponen mejoras, se llevan a cabo las mismas y se comprueba si estas mejoras han surtido efecto en los objetivos iniciales. Una vez transcurrido este tiempo, se comienza otra vez detectando nuevos problemas y continuando solamente con las iniciativas de éxito y con otras nuevas.
Lo realmente interesante del mismo es que en primer lugar aborda el envejecimiento desde una perspectiva transversal ya que forman parte de él todos los agentes desde las diversas administraciones y disciplinas que abordan los temas que afectan a los mayores, y en el que precisamente este colectivo es el centro mismo del programa.
En España hay actualmente 202 ciudades y municipios adscritos este programa gestionado por el IMSERSO1, número que no ha dejado de crecer desde al año 2015. Cabe señalar que la comunidad autónoma donde más tiempo y con más recursos se ha ido implementado el mismo es Euskadi, tanto a nivel urbano como rural.
Si tomamos como ejemplo Euskadi en diagnóstico2 de las carencias que han detectado en sus ciudades y pueblos y las extrapolamos al resto de España, es llamativo constatar que las demandas de los mayores pasan por tener espacios públicos accesibles de calidad, con aceras sin obstáculos, con bancos y aseos públicos, más paradas de transporte público y con sistemas que les ayuden a orientarse con claridad. También se reclaman edificios públicos accesibles, con servicios y actividades intergeneracionales, mayores y mejores servicios sanitarios y de asistencia a domicilio y más posibilidades de acceso a una vivienda adaptada para ellos.
Conclusiones
Un entorno más amigable para las personas mayores desde el urbanismo supone que las ciudades deben rediseñarse para las diferentes capacidades humanas: la calidad del diseño urbano y su mantenimiento son cuestiones fundamentales que deben evaluarse y mejorarse en las ciudades envejecidas, y pasa por soluciones que no son tan complicadas o que no llevan un gasto aparejado tan importante. Una ciudad con suficientes bancos y zonas de sombra para sentarse y descansar, aseos públicos, aceras amplias sin obstáculos, buena iluminación y señalización, arbolado y zonas verdes… que promuevan la independencia, la salud física, la integración social y el bienestar emocional.
Dado que para los mayores son más difíciles los desplazamientos, se deberá planificar la ubicación de los lugares y servicios necesarios para su vida cotidiana (viviendas asequibles, comercios de proximidad, equipamiento sanitario, dotaciones, espacios públicos, etc.…) de manera cercana, favoreciendo así la sinergia entre usos, espacios y lugares y aumentando la posibilidad de actividades al aire libre.
En otras palabras, una regeneración urbana entendida como “la consecución de un desarrollo urbano más inteligente, sostenible y socialmente inclusivo”, (Declaración de Toledo de 2010), en la que se establece que son las ciudades existentes las que han de asumir nuevos modelos de desarrollo para abordar la regeneración de sus barrios desde una perspectiva integrada, que por supuesto tendrá que tener al colectivo de las personas mayores como centro de la misma.
Si por otra parte intentamos ver los nuevos retos que se nos plantean en el futuro del diseño de nuestras ciudades, hay dos aspectos que van a suponer una revolución en el diseño de las mismas: la forma en que trabajamos y la forma en que nos movemos.
Debido la presión demográfica y a como está planteado nuestro estado del bienestar, está claro que, por primera vez en la historia, cuatro generaciones estarán activas en el mercado de trabajo. El trabajador longevo con experiencia será un grupo demográfico cada vez más amplio, y que cada vez retrasará más su edad de jubilación. Por otra parte, la robótica y la inteligencia artificial, harán que muchos de los trabajos que hoy conocemos desaparezcan. El aumento de la economía colaborativa, habilitada por la tecnología, creará entornos nuevos de trabajo orientados hacia la flexibilidad, el trabajo en equipo y la convivencia, haciendo obsoletas muchas de las estructuras existentes en las ciudades para sus lugares productivos. Es por esto que los espacios de coworking no solamente aparecerán en las zonas de oficinas, sino que cada vez mas estarán presentes en nuestras calles y barrios y hasta incluso se convertirán en programas necesarios en las nuevas viviendas intergeneracionales.
La industria automovilística está inmersa en una revolución de consecuencias hasta ahora desconocidas para nuestras ciudades, los coches eléctricos con bajas emisiones, los coches compartidos y los coches autónomos (sin conductor), supondrán un cambio de paradigma en la forma en que hoy nos movemos y en la que entendemos la propiedad de los mismos.
Muchos de estos avances supondrán reducir de manera significativa los requisitos de espacio que hoy ocupan los viales y aparcamientos, dejando libres otra vez grandes espacios en las ciudades que podrán ser reclamados de nuevo por los que realmente los necesitan. El diseño de estas nuevas calles, libres de contaminación y vehículos, a lo mejor se asemeja a lo que fueron en su día los bulevares, reconvirtiéndose en espacios verdes y de esparcimiento para todas las edades.
Por otra parte, para un colectivo que ve reducida su movilidad ya que llegada cierta edad ya no puede conducir, el automóvil sin conductor puede suponer un gran avance para recuperarla y permitir el acceso a los diversos servicios que la ciudad ofrece. Esto mismo aplicado en el entorno rural, supondría que muchas de las personas que hoy se ven obligadas a abandonar sus pueblos por imposibilidad de acceso a servicios no tendrían que hacerlo.
HabitANDO la vejez
Habitando individualmente….
Según las proyecciones realizadas por el INE, en el año 2050 en nuestro país las personas mayores de 65 años estarán por encima del 30% de la población total, de los cuales aproximadamente el 30% será mayor de 80 años.
Cuando una persona se hace mayor en España, prefiere quedarse en su propia casa el mayor tiempo posible (age in place). Hasta el 93,6% de la población así lo quiere, según apuntan los indicadores estadísticos.
Esto se debe a tres factores clave; el primero es patrimonial, ya que, en nuestro país, el 89,2% de las personas mayores de 65 años tiene su vivienda en propiedad completamente amortizada.
El segundo es médico-social, ya que cada vez hay más personas en esa franja de edad con una esperanza media de vida saludable y con un nivel cultural cada vez mayores, que gestionan su vida y su tiempo libre a su manera y que no están dispuestos a ser institucionalizados.
Y el tercero es económico, ya que, dependiendo del nivel de ingresos, el coste de trasladarse a otro modelo de habitar puede suponer variar desde una categoría inferior a un cuasi hotel de lujo.
Está demostrado que continuar viviendo en la propia casa y en su entorno es una muy buena opción para disfrutar de un envejecimiento activo, saludable y una buena calidad de vida.
Para ello existen programas específicos de ayuda a domicilio, de adaptación funcional de viviendas, etc. Pero hay que reconocer que muchas personas mayores necesitarán ayuda externa intensiva al final de su vida y que determinadas tipologías de vivienda existente presentan una dificultad o un coste tales de adaptación, en ausencia de prestaciones públicas para ello, que es imposible un correcto uso de las mismas, convirtiéndose de facto en auténticas cárceles para este colectivo.3
Según el informe publicado por el Observatorio Social de la Caixa con datos obtenidos del censo de población y viviendas de 2011 el 20,1% de las personas mayores de 65 años en España (1.596.675 personas) vive en una situación de vulnerabilidad residencial extrema, es decir, en hogares con problemas graves de habitabilidad. Dichos problemas son mayoritariamente de falta de accesibilidad y falta de calefacción, aunque también hay que señalar que algunas de ellas no cuentan con agua potable, o aseo dentro de la vivienda ni tampoco acceso a las redes de saneamiento.
Tradicionalmente, el modelo social mediterráneo y, en concreto, el español, en especial cuando aparecían problemas relacionados con la dependencia o la soledad, había asumido esta etapa de la vida de las personas mayores de dos maneras:
Por una parte, asumiendo las propias familias el cuidado de las mismas, de manera interna en sus propios domicilios, según los datos del INE de 2012 España es uno de los países de la UE con menor proporción de mayores viviendo solos y donde resulta más frecuente encontrar mayores que viven en hogares con más personas, además de su pareja.
Por otra parte, cuando esto no era posible, la sociedad venía ofreciendo hacerlo de manera externa, a través de las llamadas residencias de ancianos, fundamentalmente. Los servicios de atención a domicilio (SAD) comenzaron a generalizarse a partir de mediados de los años 80 y sus ratios e intensidad no alcanzan en la actualidad a muchas de las personas que lo precisan.
Está claro que nuestro modelo social ha cambiado enormemente en los últimos años, y también el tamaño y la tipología de las viviendas, haciendo imposible para muchas familias el asumir el cuidado de sus familiares en sus domicilios.
Habitando colectivamente….
En España tan solo el 4,2% de las personas mayores vive en establecimientos colectivos gestionados externamente -residencias, viviendas tuteladas u otro tipo de alojamientos- y según las encuestas las residencias son el lugar peor valorado para vivir por ellas, que prefieren quedarse en su propia casa el mayor tiempo posible y las suelen utilizar como ultimo recurso cuando aparecen problemas de dependencia.
Si bien no está claro cómo o cuándo terminará la pandemia de la Covid-19, las presiones especificas que esta enfermedad ha provocado sobre estos centros, necesariamente determinarán la forma en que se deberán adaptar los actuales y se diseñaran las futuras residencias de personas mayores en los próximos años.
Diversos expertos de la geriatría, con el objetivo de fomentar la autonomía, respetar la autodeterminación personal, mantener las responsabilidades sobre la propia vida y el derecho a recibir apoyo, demandan desde hace años, una revisión total del modelo actual de residencias. Este modelo institucional ha sido abandonado hace décadas en otros países de nuestro entorno -Dinamarca, Alemania, Holanda entre otros-.
Frente a este desafío y desde la perspectiva de un cambio de modelo social, se están llevando a cabo multitud de intentos, más allá del cuidado institucionalizado, para diseñar formas alternativas y más innovadoras de viviendas para mayores, cada una de ellas relacionada con el grado de fragilidad y dependencia de los mismos.
Ordenadas de menor a mayor nivel de institucionalización encontramos, fundamentalmente: las viviendas senior independientes, las viviendas colaborativas de mayores, los proyectos intergeneracionales, las viviendas tuteladas, las viviendas asistidas, las residencias y los centros socio sanitarios.
El objetivo actual en este sector es extender la independencia y la autonomía de las personas mayores al máximo para que su estancia en viviendas independientes se prolongue y el cuidado institucional sea sustituido por modelos radicalmente nuevos de cuidado, con unidades mucho más pequeñas de convivencia, asimilables a unidades familiares, y con un modelo de atención centrado en la persona.
Por último y aunque no alcanzan significación estadística quienes lo hacen en viviendas autogestionadas, está claro que este es un modelo que está atrayendo mucho la atención no solo de la población que hoy es mayor, sino de la que ahora está pensando en donde y como le gustaría envejecer.
Esta tipología de proyectos de alojamientos alternativos para personas mayores y no tan mayores son los que ahora y en el futuro representan los mayores retos en posibilidad de innovación y sostenibilidad social.
Conclusiones
Teniendo en cuenta los datos acerca del parque de viviendas actual, es muy importante señalar que uno de los grandes retos futuros para los arquitectos será la necesaria rehabilitación y remodelación de viviendas y edificios existentes para adaptarlos a las necesidades de este colectivo (accesibilidad universal, espacios de socialización específicos, adecuaciones de tamaño a las posibilidades de mantenimiento, condiciones de confort y reducción de las demandas de consumo energético, etc.) y todo ello dentro de entornos inclusivos .
En otro orden debemos también investigar nuevas tipologías residenciales colectivas más acordes a dichas necesidades para alojar a personas que quieran envejecer activamente en una vivienda adaptable a sus necesidades presentes y futuras, mejoras que giran en torno a la accesibilidad y adaptabilidad de los muebles y estancias que cambien a lo largo del tiempo de manera individualizada.
Un ejemplo de estas nuevas formas de convivencia son los llamados cohousing de mayores, modelo importado de países del mundo anglosajón donde existe una gran tradición al respecto. Son cooperativas sin ánimo de lucro de personas mayores que se asocian para construir unas viviendas con servicios que les permitan vivir de manera independiente y que les ofrezcan servicios adaptados a sus necesidades. Existen tanto en la ciudad como el entorno rural y aunque todavía no son muchos es un modelo de éxito entre los mayores.4
Personalmente estoy más a favor de la integración y aunque la segregación de los mayores sea solo en un edificio o complejo, me parecen mucho más interesantes los modelos de vivienda intergeneracional 5, en el que jóvenes y mayores conviven en viviendas independientes, pero compartiendo servicios comunes, desafortunadamente todavía no hay muchos ejemplos nuevos en España, pero lo realmente interesante es que estos edificios suponen una negociación entre intereses diversos, pero también un apoyo entre generaciones, y en los que está demostrado que los diferentes grupos de edad aprenden unos de otros de maneras fascinantes.
Cabe reseñar, que este modelo que ahora se presenta como novedoso, se lleva haciendo desde hace muchos años en nuestro país en las conocidas corralas, donde jóvenes y mayores siempre han convivido y donde los lazos vecinales siempre han sido muy fuertes. Con esto quiero decir que deberíamos estudiar mejor estos modelos de convivencia tan nuestros y readaptarlos a las nuevas necesidades contemporáneas.
En resumen, no se trata solamente de resolver correctamente edificios adecuados para la gente que hoy es mayor, ni de avanzar decididamente en materia de accesibilidad, aspecto en el que se ha experimentado un cambio notabilísimo, sino también en anticiparse y pensar que necesidades presentará la población que será mayor en el futuro.
Esto supone aportar nuevos enfoques en las viviendas con cuidados que impidan el aislamiento y estigmatización asociadas a soluciones que están diseñadas exclusivamente para personas mayores y permitan como ya sucede en los edificios intergeneracionales, combinaciones nuevas y sorprendentes: escuela infantil y residencia de mayores6, casa de acogida de madres solteras y de mentores mayores7, etc. Ha llegado el momento de probar, investigar y medir programas emergentes.
Por último, voy a detenerme en los edificios de cuidados para personas con una discapacidad severa y sus modelos de convivencia, ya que, aunque en estos casos no se pueda estar “en casa”, se están implementando ya los modelos existentes de residencia geriátrica para convertirlos en estar “como en casa”. Esto supone que en muchos casos ya se permite a los residentes llevarse consigo mobiliario y objetos de sus viviendas, también se están mejorando sus instalaciones para dotarlas de espacios naturales (huertos) con la incorporación de la posibilidad de tener mascotas, que están demostrando ser muy importantes para la mejor calidad de vida de sus ocupantes, y también reduciendo la cantidad de personas que habitan en ellos.
Un ejemplo que merece especial mención por su concepción única en el mundo es Hogeweyk 8, en Holanda, una pequeña villa donde los pacientes con demencia viven en viviendas compartidas de 6 o 7 personas en completa autonomía, y donde desarrollan una vida normal. Con instalaciones como plaza, teatro, jardín, cafetería, supermercado y oficina de correos, cada vivienda está diseñada y amueblada para el momento en que los residentes comenzaron a perder la memoria, años 50, 60 o incluso 2000, ya que esto les ayuda a sentirse más en casa. Más de 250 empleados a tiempo completo y parcial se ocupan de los residentes, asumiendo roles en la villa como dependientes en las tiendas, cines, restaurantes o en la oficina de correos.
Es un gran ejemplo que demuestra una vez más como el ambiente afecta el comportamiento y el estado de ánimo, permitiendo a esas personas vivir sus vidas al máximo de su capacidad, ejemplo que Francia ya ha terminado de construir en la ciudad de Dax9.
Por último, me gustaría señalar aquí que sería necesario una revisión profunda de la normativa existente con respecto a la vivienda y los espacios habitacionales, para poder permitir estos nuevos usos aquí comentados.
DisfrutANDO la vejez
«El ocio es una experiencia integral de la persona y un derecho humano fundamental”
En el año 2002 la propia OMS define el término envejecimiento activo como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen” (O.M.S, 2002:79). De esta manera se considera el envejecimiento como una experiencia positiva, una vida más larga acompañada de oportunidades continuas de salud, participación y seguridad. Esta definición no sólo contempla el envejecimiento desde la atención sanitaria, sino que incorpora todos los factores de las áreas social, económica y cultural que afectan al envejecimiento de las personas.
Las actividades de ocio, ya sean de forma pasiva o activa, ocupan un espacio fundamental dentro del tiempo de las personas mayores. Los patrones de actividad activos marcan la tendencia del envejecimiento activo y saludable, formulándose como elemento clave para la prevención de la dependencia. El mantenimiento de una vida social activa, a través de las actividades de ocio, garantiza un envejecimiento satisfactorio tanto a nivel cuantitativo como cualitativo.
El ocio no sólo es un derecho de las personas mayores sino una experiencia personal. Ello implica reconocer que los mayores no son un grupo homogéneo; que no todos los mayores tienen el mismo estilo de vida y, consecuentemente, tampoco el mismo estilo de ocio.
Para analizar las actuales y futuras necesidades de los mayores con respecto al ocio debemos tener en cuenta sus tipos sociales, que presentan patrones de comportamiento y consumo similares, dicho de otra manera, cada generación presenta unas demandas muy diferentes con respecto al uso de su tiempo libre.
A día de hoy, centrando el análisis en cada una de las actividades obtenidas de la encuesta de consumo y hábitos culturales de 2011, se observa como el hogar es el lugar elegido por la mayoría de las personas mayores que en su tiempo libre eligen dedicarlo a juegos de mesa, manualidades, oír la radio y ver la televisión, actividades vinculadas al ocio digital, asistir a fiestas, actividades culturales (leer...), e incluso deportes de carácter individual.
Algunas de estas actividades también tienen una presencia importante en equipamientos comunitarios, como son los juegos de mesa, las manualidades, el ocio digital y el deporte individual, los espectáculos deportivos y el deporte en equipo. Los espacios abiertos son los elegidos por las personas mayores para pasear y estar con amigos
Es importante señalar que la práctica del ocio no es posible para un 4% de sus usuarios debido a las barreras arquitectónicas, esto es, acceso y deambulación por los edificios dotacionales.
Por otra parte, según el INE en su encuesta de turismo y hoteles de 2015, en España se produjeron un total de 13.590.000 viajes de personas mayores de 65 años en un año, incluyendo en esta cifra los viajes del IMSERSO y los 6.000.000 de turistas extranjeros mayores que nos visitan cada año. Cifras que han continuado creciendo hasta nuestros días según los datos recientemente publicados.
Pero si analizamos nuestra oferta hotelera y el nivel de accesibilidad de nuestro patrimonio cultural, la mayoría de los 14.995 hoteles y de nuestros monumentos no son accesibles. Esto es un dato devastador para nuestra industria, ya que somos el segundo destino hotelero a nivel mundial.
Podemos afirmar también que todo hotel de categoría elevada (más de 3*) cuenta con una disposición de espacios suficiente como para garantizar unos mínimos de accesibilidad. Tales cifras parecen indicar que, en relación al espacio necesario para la accesibilidad, no existen limitaciones que justifiquen la presencia de barreras físicas en las zonas privadas, públicas o administrativas.
Conclusiones
La vejez puede hacer difícil dedicarse a actividades nuevas o no convencionales. Sin embargo, el entorno en el que vivimos puede evitar esto. El primer reto para los arquitectos y diseñadores al diseñar infraestructuras sociales, interiores o al aire libre, y edificios públicos, es crear entornos que permitan a las personas practicar actividades tales como interactuar, jugar, relajarse, caminar, sentarse o tomar el sol.
Por otra parte, cada vez son más los agentes sociales que prestan atención a la necesidad emergente de promover programas y espacios intergeneracionales fomentando prácticas de encuentro y colaboración entre personas de diferentes edades. Se trata de un fenómeno extendido en toda Europa como un medio efectivo para el logro de una sociedad solidaria e inclusiva.
Es por ello que otro gran desafío para los urbanistas será localizar espacios de oportunidad para la implantación de servicios innovadores de alta calidad para este sector de la población y que sean utilizables por el mayor número de personas en la mayor cantidad de situaciones posibles, contemplando tanto la posibilidad de ocupación de parcelas exclusivas como de hibridación con otros usos.
Otro gran reto que se nos planta como arquitectos es la necesaria readaptación de nuestras infraestructuras hoteleras y culturales a unos consumidores con necesidades diferentes que supondrán un impulso económico de primer orden. Se trata de ofrecer servicios de calidad para conseguir un turismo sostenible.
Deberemos también pensar en cuales serán las demandas de los futuros mayores con un nivel de estudios superior al actual y con unos patrones de ocio completamente distintos a los de ahora, para prever espacios muy flexibles, convertibles y adaptables con el paso del tiempo.
Colofón
Todo reto plantea nuevas oportunidades. En concreto el de la longevidad abre nuevos e inexplorados caminos no sólo para arquitectos, sino también para promotores, y empresas innovadoras que sean capaces de anticipar este escenario y darle respuestas de calidad.
1http://ciudadesamigables.imserso.es/imserso_01/ciudades_amigables/ayun_p...
2Ver https://issuu.com/envejezando/docs/ciudades_amigables_imprimir_a4lr
3Más detalles ver publicación :https://issuu.com/envejezando/docs/libro_viviendalr
4Ejemplos en España: https://issuu.com/envejezando/docs/cohousing_01lr
5Ejemplos en España: https://issuu.com/envejezando/docs/intergeneracionales_01lr
6Ver Centro Intergeneracional A Farixa, Ourense, Fundación Amancio Ortega. http://www.laregion.es/articulo/ourense/centro-intergeneracional-ourense...
7Ver Centro Intergeneracional en Beekmos, Holanda. https://www.ageofnoretirement.org/stories/youngmumsandoldercoaches
8Ver https://hogeweyk.dementiavillage.com/
9https://www.reuters.com/article/us-france-alzheimers-village-idUSKBN26M5E8
Desde siempre, los arquitectos hemos estado llamados a pensar, diseñar y construir las ciudades que habitamos y que se convertirán, ineludiblemente, en nuestro patrimonio urbano del mañana. En este proceso de creación de ciudad, nos vemos obligados a dar solución a los diferentes retos que en cada momento se nos presentan. En este mundo global, conectado y en constante evolución, cada vez más, se hace patente una circunstancia tan trascendental como es el aumento de la esperanza de vida, circunstancia que, combinada con la baja natalidad de Europa, nos llevará a que, en los próximos años, una parte muy importante de nuestra sociedad estará conformada por personas mayores de 65 años.
Especialmente relevante es esta cuestión en nuestro país, donde aspectos socioculturales, así como la progresiva mejora de la calidad de vida y del bienestar social, unido a los avances médicos y científicos, están propiciando que nuestra población sea una de las más longevas del mundo. Resulta fundamental, a la hora de diseñar nuevos edificios o espacios urbanos, de acometer renovaciones en los existentes, así como de abordar las transformaciones urbanas de mayor calado, que todos estos procesos se promuevan atendiendo a esta estructura de población que se nos presenta en el escenario futuro, aunque la misma pueda llegar a equilibrase mediante fenómenos migratorios.
Tradicionalmente, la disciplina arquitectónica no ha abordado, en gran medida, el fenómeno de la longevidad, sin embargo, la arquitectura y el urbanismo resultan herramientas clave para avanzar hacia la inclusión de todas las personas, por lo tanto, es necesario incorporar en el debate arquitectónico este importante desafío de nuestra época.
La arquitectura, en combinación con otras disciplinas, debe contribuir a ofrecer las propuestas arquitectónicas que ya reclama la sociedad actual, para permitir, por un lado, la creación de nuevos espacios públicos o la mejora de los existentes, de forma que en los mismos se fomente la interrelación de las personas, intentando, de esta manera, minimizar el fenómeno de la soledad y el aislamiento que muchas veces acompaña a la vejez. Al mismo tiempo, el diseño de estos espacios debe tener presente las características de este sector de la población formado por personas de más de 65 años, grupo poblacional que se prevé que alcance en el año 2050 en Europa más del 36% de la población total.
Se trata, en definitiva, de hacer las ciudades más amigables para los mayores, lo que, de forma paralela, propicia que lo sean también para los niños, siendo muy importante que se produzca este intercambio intergeneracional, compartiendo un mismo espacio mayores y pequeños.
Por lo tanto, la mejora de las ciudades en las líneas enunciadas es un factor clave para fomentar la cohesión como elemento determinante para la calidad de vida presente y futura de nuestros mayores. En ocasiones, los cambios que se requieren no suponen grandes inversiones, pueden consistir, simplemente, en la colocación de un banco en un punto determinado de la ciudad, mientras que, en otros supuestos, requerirá de transformaciones mayores, como pude ser la implementación de una nueva red de servicios públicos o de una nueva estrategia de movilidad, que permita que envejecer a esta población de manera activa permitiéndoles cubrir sus necesidades de forma próxima a su residencia.
En este sentido, esfuerzos similares deben dirigirse también a atender las necesidades de la población en entorno rurales, intentado generar actividad que permita fijar en ellos la residencia de otros sectores de edad de población.
Estas mismas ideas planteadas para el entorno urbano, de atender a las necesidades y características de este sector poblacional, deben aplicarse también en el diseño de los espacios residenciales, debiéndose ofrecer y facilitar soluciones de rehabilitación de las viviendas de los mayores, atendiendo a sus nuevas necesidades. Además, se deben explorar fórmulas imaginativas que promuevan nuevos modelos habitacionales, más allá de las residencias geriátricas, especialmente para aquellos supuestos de mayores que son autónomos. Una de estas fórmulas habitacionales puede ser el cohousing, siendo esta opción una vía para evitar el aislamiento, ya que en la misma tienen una gran importancia las zonas comunitarias compartidas, que funcionan como una extensión de la vivienda, especialmente diseñadas para promover ese encuentro entre sus residentes.
Y si bien todavía no en todos los campos de la arquitectura y el urbanismo se ha avanzado tanto en este sentido, sí que quisiera destacar y poner en valor, que desde la Administración y en concreto desde la Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura, del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, se está trabajando por el impulso de las medidas necesarias para que la arquitectura española del hoy y del mañana se sitúe como un referente de calidad, ofreciendo soluciones innovadoras y fomentando la concienciación por la inclusión social, en base a criterios de diseño funcionales y adaptados a las necesidades de todos, permitiendo mejorar la autonomía de las personas de la manera más natural posible y en definitiva mejorando su calidad de vida.
Esta clara apuesta por una arquitectura y un urbanismo más orientados a tener en cuenta la mayor longevidad de nuestra sociedad, se pone de manifiesto en el contenido de Ley de Calidad de la Arquitectura, en la normativa técnica de condiciones de accesibilidad, y en la Agenda Urbana Española.
En el caso de la Ley de calidad de la Arquitectura, uno de los principios que ha llevado a plantear esta Ley, es el firme convencimiento de la importancia que tienen la arquitectura y el entorno construido en la cohesión social, el bienestar y la salud de las personas, junto con la concienciación creciente de que es necesario un cambio de modelo en el sector de la edificación y del urbanismo, lo que, por tanto, obliga llevar a cabo una reflexión profunda sobre cuál es el futuro que queremos para nuestras ciudades, para proteger, impulsar y fomentar una arquitectura de calidad, donde, entre sus principios, se apuesta por la contribución a la inclusión de todas las personas, garantizando la accesibilidad universal y el desarrollo de actividades públicas. En términos generales, la ley fomenta una dimensión inclusiva de la arquitectura, entendida como una herramienta de transformación social a través del mejor diseño y construcción del espacio que nos rodea.
En materia de normativa técnica, se puede destacar que el año pasado aprobamos la Orden del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (TMA/851/20021, de 23 de julio) por la que se desarrolla el documento técnico de condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación para el acceso y la utilización de los espacios públicos urbanizados, que resulta de aplicación tanto a la concepción y la construcción de nuevos espacios públicos urbanizados como a la renovación de los existentes.
La Orden persigue la efectividad real de la accesibilidad universal y el derecho a la igualdad de oportunidades y de trato para todas las personas en los espacios públicos. Para ello, incorporamos reglas para conseguir que sean lo más comprensibles, utilizables y practicables posibles, en condiciones de seguridad y comodidad y de la forma más autónoma y natural posible, por lo que estoy convencido de que tendrá sin duda un impacto muy positivo en relación con la calidad urbana, el buen diseño y la recuperación del espacio público para todas las personas, y en especial para aquéllas de mayor edad.
Por último, en cuanto a la Agenda Urbana Española, ésta se configura como la hoja de ruta que va a marcar la estrategia y las acciones necesarias para hacer de nuestros pueblos y ciudades ámbitos de convivencia amables, acogedores, saludables y concienciados, de forma que todos los actores, públicos y privados, que intervienen en las ciudades y que buscan un desarrollo equitativo, accesible para todos, justo y sostenible desde sus distintos campos de actuación, puedan elaborar sus propios Planes de Acción. Todo ello es reflejo de la clara apuesta de este Ministerio por la inclusión, la accesibilidad y el derecho a la igualdad de oportunidades y por la mejora de la calidad de vida de todos los ciudadanos, en el marco de una sociedad cambiante y cada vez más longeva, aspirando a poner el foco en todas las personas y en sus diversas necesidades, ofreciendo soluciones al gran reto de la longevidad a través de la arquitectura y el urbanismo del nuevo milenio.
Desde siempre y a lo largo de diferentes épocas, ha estado presente el interés por las personas mayores, siendo partícipes de importantes encomiendas al trasladar sus consejos a las generaciones más jóvenes, como en la Gerusía espartana (de geronte, anciano en griego) o en el Senado romano (de senex, anciano en latín); o como protagonistas de los ensalzamientos que Platón, en su obra la «República», encontraba en sus vivencias, llenas de sabiduría y magnas experiencias.
Otras veces, en cambio, han sido consideradas pobres de espíritu por haber sido ya maltratadas por la vida y no ser deseosas de cosas extraordinarias, sino de las imprescindibles para sobrevivir, como relataba Aristóteles en su «Ars Rhetorica»; o en épocas posteriores, como la Edad Media o el Renacimiento, que fueron épocas complejas para las personas mayores, apareciendo los hospitales de caridad medievales para el cuidado de las mismas, o al encontrarles cierta fealdad, por el excesivo tributo a la belleza y a la perfección renacentista.
A partir de mediados del siglo XX, vencidas ciertas enfermedades infecciosas y logrando que las personas alcancen una edad cada vez más avanzada, ha vuelto un interés por el envejecimiento cercano a las posturas platónicas, descartando definitivamente las perspectivas pesimistas y dejando de asociar la senectud con penurias y discapacidades que hacían imposible entenderlo como deseable.
La esperanza de vida cuando Rubén Darío añoraba la pérdida de la juventud, «divino tesoro», no era superior a los 32 años a nivel mundial, siendo que en la actualidad ronda los 70 años. Incluso en España, país privilegiado en este aspecto, esta cifra supera los 83 años. Es más, mientras que en el año 1980 la edad media de la población española se situaba alrededor de los 35 años, en la actualidad, ésta alcanza los 44 años, siendo algo superior la misma en la región extremeña.
Como se observa, la esperanza de vida está creciendo, lo que apunta a que las personas mayores van ganado relevancia tanto en la esfera familiar como en la social. Las cifras estadísticas advierten que no se trata de un fenómeno demográfico casual, sino que se muestra estable y con continuidad de futuro. El poder cumplir más años parece que no va a parar de incrementarse debido a múltiples factores, valorándose, por parte de las familias y los poderes públicos, desde el afecto y la admiración, el retorno de los cuidados que nos proporcionaron las generaciones anteriores para disfrutar nuestro bienestar actual. Por tanto, al anterior poema, sería apropiado añadirle «vejez (senectud), divino tesoro», título de diversas ponencias y libros que circulan en el florilegio común.
Esta mayor esperanza de vida siempre ha de entenderse como una mejora de la sociedad y un mayor fortalecimiento de las relaciones entre generaciones, teniendo en cuenta que ello conlleva el aumento en el número de atenciones y un incremento de la accesibilidad en todos los entornos. La implementación de la accesibilidad universal debe ser una herramienta que haga posible el disfrute pleno independiente de las personas en la sociedad actual, sin que la edad pueda constituir una barrera a la hora de participar en todos los ámbitos.
La accesibilidad se ha venido circunscribiendo a las personas con discapacidad, en parte, debido al esfuerzo realizado por familiares y asociaciones, que han impulsado una mirada necesaria buscando los derechos de las mismas. A medida que la sociedad va caminando hacia ese aumento de la esperanza de vida, unido al impulso progresista, y al avance de la humanización y la cohesión social en sociedades donde la democracia se va consolidando, se han ido incorporando al concepto de la accesibilidad a otros colectivos también vulnerables, como el de las personas mayores. Es ahí donde la accesibilidad cobra la dimensión de lo universal, en la búsqueda de mejorar los ciclos vitales de las personas y las relaciones con sus entornos próximos, cualesquiera que sean su edad o capacidad.
En Extremadura, en los cuatro últimos años, a través de la Dirección General de Accesibilidad y Centros (DGAyC) de la Junta de Extremadura, se ha impulsado e ideado una nueva filosofía, nuevos valores para una sociedad humanizadora y humanizada desde la accesibilidad universal que aspira a convertirse en el pilar básico de una sociedad más justa y cohesionada. A través de ella, en nuestros pueblos y ciudades, se pretende construir una nueva capa, una piel integradora de todas las personas, que vaya más allá del medio físico. Persigue romper las barreras sociales que impiden el acceso, superando de esta forma, las dificultades en el desarrollo de las actividades diarias. Es la llave maestra, la herramienta clave para la inclusión social y la palanca de cambio hacia la igualdad de oportunidades.
Con las dificultades que ello conlleva, pero con la ilusión de conseguir un entorno (físico, virtual y social) más equitativo para todas las personas, se ha redactado la «Estrategia de accesibilidad universal para la igualdad de oportunidades en Extremadura»[1], pretendiendo poner en conocimiento de la sociedad el concepto de accesibilidad universal desde una nueva mirada, la transversal, aquélla que ayuda a tejer lazos entre personas e instituciones, eliminado fronteras y compartimentos estancos, para construir los verdaderos itinerarios vitales. Se pretende conseguir la ruptura de las barreras sociales y psicológicas, edificar una vida más fácil y accesible, divulgar los avances que se están realizando, e implicar en el proceso al conjunto de la ciudadanía y entidades que conforman nuestra sociedad en todas las escalas territoriales.
Bajo estas premisas, y con el anhelo de diseñar políticas públicas integrales e inclusivas, la Estrategia surge desde la escucha activa a la sociedad y desde el consenso a través de la concertación social [2], con una mirada especial a aquellos colectivos que más necesitan de la accesibilidad universal: personas mayores, con discapacidad, niñas y niños, migrantes, personas con altas capacidades, etc.
Compuesta por seis áreas estratégicas y diferentes líneas de actuación que las perfeccionan, en el citado documento se han recogido aquellos ejemplos de buenas prácticas impulsados por la DGAyC y otras entidades, con el objetivo de servir de referencia a agentes sociales y económicos. En este contexto, se presentan aquí dos de los mismos, entre los diversos propuestos, donde la participación en los talleres intergeneracionales, a modo de escenarios colaborativos, ha sido un fragmento relevante para su consecución. De una parte, «Filare, accesibilidad rural e innovación y creación contemporánea», como proyecto piloto original y pionero, que promueve la accesibilidad universal y la inclusión social, a través de intervenciones de creación contemporánea en localidades rurales de menos de 5.000 habitantes en Extremadura. Y por otra, la elaboración de la «Guía metodológica para la redacción de un plan de accesibilidad universal en los municipios y entidades locales de Extremadura» [3], que ha servido de base para la confección de Planes de accesibilidad universal como el de Alcuéscar o el de Hernán Cortés [4].
Filare [5] persigue profundizar en el sentimiento de pertenencia, sensibilizar sobre valores inherentes a la accesibilidad universal y reflexionar sobre la necesidad de construir entornos rurales integradores y espacios de convivencia que aseguren una vida plena, tomando como escenarios de intervención enclaves patrimoniales singulares y comunidades locales. Itinerante y efímera, dado que cada año se emplaza en un municipio diferente, aspira a impulsar una nueva mirada que elimine barreras físicas, sensoriales, cognitivas y psicosociales para ir más allá, educando en garantizar un diseño para todas las personas. Apuesta por una experiencia colectiva de ámbito cultural, social y con un acentuado beneficio emocional para el vecindario al fomentar la participación y la conciencia sobre la mutación de entornos arquitectónicos-paisajísticos, en inclusivos. Mediante diversos encuentros, reuniendo todas las edades, a modo de convivencias y foros, las propuestas que se plantean son capaces de transformar la sociedad, sus calles y plazas, en salones comunitarios, democráticos y de calidad.
De la misma forma, siendo conscientes del papel que ha de jugar la accesibilidad universal, se han promovido otros proyectos piloto buscando la mejora en los trazados y entornos discapacitantes [6] de las poblaciones. Con la publicación y puesta en marcha de la Guía metodológica, se ha pretendido desarrollar una nueva forma de proceder en la confección de estos Planes, acorde con lo propuesto en la Estrategia, desde un enfoque transversal, participativo e integrador, con la idea de establecer una serie de pautas que sirvan como orientaciones para convertir, de forma gradual, los entornos construidos rurales en referentes de accesibilidad, integrando una novedosa gestión desde una perspectiva inclusiva y equitativa.
Partiendo del análisis de una localidad, complementado con la participación de la población desde todos los ámbitos y edades, a través de encuestas y «focusgroup», se llevan a cabo talleres prácticos intergeneracionales de sensibilización, junto a otros de formación y capacitación a asociaciones, al personal técnico municipal y al alumnado en formación de escuelas profesionales, a través del personal de la DGAyC y las Oficinas Técnicas de accesibilidad de Extremadura[7], que permitan acercar de manera práctica, las dificultades que encuentran las personas con mayor vulnerabilidad en materia de accesibilidad. En las diferentes actividades de participación ciudadana se busca generar un proceso de ida y vuelta entre todos los agentes implicados.
Del mismo modo que los núcleos de población cambian al ritmo de la sociedad, los procesos para su transformación también están en continua renovación. Los espacios accesibles universalmente son entornos democráticos e integradores que acogen por igual a todas las personas, generan un lugar colectivo para compartir y se convierten sin diferencias, en la casa de la ciudadanía. Existen muchas arquitecturas: los espacios que habitamos, donde aprendemos, los espacios para el tiempo de ocio, los espacios para la cultura o los espacios para la salud; en resumen, los espacios en los que nos relacionamos. Todos ellos han de ser necesariamente accesibles a todas las personas creando itinerarios independientes en su manera de usarlos. Además, se ha de facilitar la conexión entre los sentimientos de las personas y los lugares que habitan, favoreciendo el uso de entornos y edificios, transformándolos en habitables, eficientes y más humanos, garantizando así, la memoria emocional y la promoción de la felicidad individual y colectiva, en todas las etapas de la vida.
Siendo conscientes que nos encaminamos hacia un cambio de paradigma a la hora de proyectar nuevos modelos de habitar, que favorezcan la construcción de espacios públicos sin barreras para todas las edades, procedencias o capacidades, y que promuevan nuevas arquitecturas derivadas de la interrelación entre etapas vitales, sabiendo que toda metamorfosis debe ir acompasada con un cambio de mentalidad, resulta imprescindible insertar en la piel de la sociedad, esta nueva mirada a través de varias acciones.
Por un lado, la educación en sus diferentes ciclos, puesto que como espacio de aprendizaje vital servirá de punta de lanza para conocer las demandas actuales y generar pensamiento crítico en la búsqueda de soluciones consensuadas. En este sentido, la responsabilidad a la hora de formar y capacitar a profesionales recae de manera clara sobre las escuelas de arquitectura, maquinarias pesadas atrapadas, a veces, en el aparato administrativo evaluador de temáticas que las alejan de las realidades sociales, de los nuevos perfiles profesionales y de nuevas maneras de entender una arquitectura cada vez más participada y empática con la ciudadanía.
Como paso previo, es necesario impulsar el conocimiento elemental sobre las diferentes maneras de vivir desde la infancia, pasando por la adolescencia, a través de los saberes básicos contenidos en los programas educativos reglados, garantizando esa cadena de transmisión que supone la convivencia intergeneracional, el compartir colectivamente el entorno cercano, independiente y amable, eliminando así, los compartimentos estancos en los que se encuentra actualmente la concepción de las etapas vitales. La demanda de espacios multifuncionales, intergeneracionales, sostenibles e inclusivos debería comenzar desde el principio de nuestra formación.
Por otro lado, las administraciones públicas deben visibilizar, a través de campañas de concienciación y sensibilización ciudadana, esa nueva cultura de habitar («cohousing», viviendas compartidas, …) para hacerla presente y normalizarla; y acompañar, de forma paralela, acciones políticas que se encaminen hacia la innovación, que sellen alianzas entre instituciones, entes públicos y privados, y que incentiven la participación multidisciplinar al objeto de gestionar proyectos que funcionen como faros en la noche. Buen ejemplo de ello podría ser la apuesta del Gobierno de España a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, y en concreto, la política palanca número 8, «Nueva economía de los cuidados», que incluye tres actuaciones piloto que investigarán soluciones habitacionales multiuso, en el anhelo de recuperar la convivencia intergeneracional.
Poner la mirada en esta etapa de nuestras vidas va más allá de dotar de medios, servicios y entornos. Nos jugamos la interrelación, la transmisión ancestral del conocimiento y la memoria del lugar. No olvidemos que los recuerdos se tejen a través de lazos que favorecen la transición entre generaciones. Nuestra historia la entendemos cuando comprendemos y compartimos nuestros orígenes y eso sólo se puede llevar a cabo contando con todas las personas.
Nota: Texto elaborado con la colaboración de Manuel Gener Villechenous, arquitecto de la Dirección de Accesibilidad y Centros de la Junta de Extremadura.
[1]https://saludextremadura.ses.es/web/detalle-contenido-estructurado?conte...
[2]La Estrategia fue aprobada por unanimidad el 20.12.2022 en el seno del Consejo Extremeño para la promoción de la Accesibilidad Universal. Fue objeto de Concertación Social entre la Junta de Extremadura y los agentes económicos (CREEX), y sociales (UGT, CC.OO.), a través de la mesa de accesibilidad universal constituida el 27 de febrero de 2023, en el marco de la Comisión Sectorial de Sanidad, Políticas de Protección Social e Igualdad.
[3]https://saludextremadura.ses.es/web/detalle-contenido-estructurado?conte...
[4]https://saludextremadura.ses.es/web/detalle-contenido-estructurado?conte...
https://saludextremadura.ses.es/web/detalle-contenido-estructurado?conte...
[6] “No olvidemos que es el entorno el discapacitante, no las personas”. Dr. Adolf Ratzka.
[7]https://saludextremadura.ses.es/web/detalle-contenido-estructurado?conte...
Nota: Para consultar todos los proyectos piloto y líneas de trabajo llevadas a cabo por DGAyC