CENIE · 23 Diciembre 2019

¿Son sanas las personas mayores? Consumo de alcohol y tabaco en la vejez

Hace no tanto hablamos sobre las causas de mortalidad. Con estos datos, decíamos, podríamos apuntar a políticas de salud efectivas, o bien apuntalar aquellas dimensiones que no están siendo efectivas para reducir no solo la morbilidad sino para aumentar la calidad de vida. Sin duda, esto requeriría de un análisis pormenorizado, pero la relación es clara. Por ejemplo, vamos a imaginar que las emisiones derivadas del tráfico rodado en las ciudades tuviesen una fuerte influencia negativa sobre la salud aumentando la mortalidad, la pérdida de años de vida en salud y aumentando la morbilidad. Bueno, no hace falta que lo imaginemos: esos son los efectos de los contaminantes aéreos derivados del tráfico. En la Unión Europea, causa más de 400.000 muertes, que están asociadas principalmente con enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares, seguidas por enfermedades pulmonares y cáncer de pulmón (sobre esto, un compañero y yo hablamos aquí). Conociendo esta relación, de la que tanto habla la Organización Mundial de la Salud y la Unión Europea, podríamos proponer medidas de peatonalización o de alternativa al uso del coche, por ejemplo. Así, un ejemplo loco que se me ocurre. 

Pero es otra dimensión de la enfermedad la que quiero revisar hoy. En muchas ocasiones se culpa al enfermo. Así, escuchamos cosas como “lo importante es tener una buena actitud”. Sin minusvalorar lo importante que es tener una buena actitud en la vida, culpar a una persona enferma de no recuperarse por una mala actitud, o transmitirle algún tipo de responsabilidad por no ser “optimista” me parece terriblemente cruel. De la misma manera que decirle a alguien que está triste (sea cual sea el motivo) “¡No estés triste!” es poco efectivo, denotamos además falta de empatía y sensibilidad. 

En ocasiones, este desplazamiento de culpa hacia la persona enferma puede funcionar, para quien emite la culpa, como una forma de defensa. De alguna manera, si la otra persona tiene la culpa de lo malo que le sucede, a mí no me sucederá porque yo no actuaré de esa manera. Es decir: es evitable. No es cierto, pero algunas personas pueden utilizar estos mecanismos para afrontar el propio miedo a la enfermedad y/o a la muerte. Pues entre esas formas de autodefensa, he oído a veces asumir que personas aquejadas por una determinada enfermedad llevaban a cabo comportamientos poco saludables. Así, el aumento de ciertas enfermedades en la vejez y de qué nos morimos (cuestiones que revisamos en el post anterior) serían de alguna forma resultado de malas costumbres, por así decirlo (fumar, beber, comer mal o ser sedentarios, por ejemplo). Por este motivo me gustaría revisar algunas de estos comportamientos que están relacionados con salud para conocer cómo son estas pautas entre las personas mayores. 

Básicamente la idea es conocer cómo de sanos son los comportamientos en la vejez en relación con el consumo de alcohol y de tabaco. La información la encontramos en los microdatos de la Encuesta Nacional de Salud 2017 realizada por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social con la colaboración del Instituto Nacional de Estadística. Brevemente, recordemos que esta encuesta recoge información sanitaria relativa a la población residente en España en 23.860 hogares. Se realiza cada 5 años y permite conocer aspectos de la salud de las personas residentes en España y a nivel autonómico.

Sabemos que el consumo de tabaco es uno de los principales factores de riesgo de varias enfermedades crónicas, destacando el cáncer, pero también enfermedades pulmonares y cardiovasculares. Esto no lo digo yo, lo dice la Organización Mundial de la Salud, así que, si fumas, hoy es un buen día para dejarlo. Otro de los grandes problemas que sí dependen de nosotros sería el consumo de alcohol. En general, el consumo nocivo de alcohol causa más del 5% de la carga mundial de morbilidad. Pues son sobradas razones para que lo analicemos, ¿verdad? ¿Cuáles son los comportamientos al respecto de las personas mayores en España? ¿Son más sanos o menos que el resto de la población? Pues vamos a analizarlo. 

El consumo de alcohol y de tabaco en España, como en otros países, es muy social. La consideración “pública” del consumo de sustancias influye mucho sobre la forma en que se consume. En nuestro país, y según los datos de la ENS 2017, un tercio de la población mayor de 15 años bebe al menos una vez a la semana, otro tercio no bebe (bien porque nunca ha bebido o porque no lo ha hecho en el último año) y casi otro tercio bebe alcohol solo ocasionalmente (menos de una vez a la semana). Estos datos no señalan necesariamente que seamos una sociedad alcohólica, sino que hemos incorporado el consumo de alcohol a nuestras pautas cotidianas. Ojo, yo digo que no somos una sociedad alcohólica y que registramos una relación con el alcohol menos nociva que la que pueden tener otras, pero que beber agua es más sano, lo digo también. 

Si analizamos los hábitos respecto al consumo alcohólico de los mayores de 65 años, la estadística señala que una cuarta parte de los 65+ bebe a diario o casi a diario, frente al 22,4% que ha dejado de tomar alcohol en los últimos 12 meses. El 8,4% bebe alguna vez al mes y el 26,5% no bebe nunca. Diría que en entre los mayores tiene mucho que ver la elevada presencia de mujeres mayores. Aunque entre las generaciones mayores la cosa cambia, entre las nacidas antes de 1954 es menos habitual el consumo de alcohol. ¿El motivo? Socialización.  

¿Y el tabaco? La OMS tilda el tabaquismo de epidemia y la considera una de las mayores amenazas para la salud pública que ha tenido que afrontar el mundo. También señala que el tabaco mata a la mitad de sus consumidores. Concretamente, cada año más de 8 millones de personas fallecen a causa del tabaco, bien por su consumo directo (más de 7 millones) o como consecuencia de la exposición involuntaria al humo del tabaco (1,2 millones).

En España, la ENS indica que el 22,1% de la población de 15 y más años fuma a diario, el 2,3% fuma de manera ocasional (sí, esto también es malo) el 24,9% se declara exfumador y el 50,7% nunca ha fumado. Es cierto que en los últimos años baja el consumo de tabaco, pero también que disminuye cada vez más despacio. La proporción de fumadores diarios fue de 22,08%, mayor en hombres (25,58%) que en mujeres (18,76%). Entre las personas mayores de 65 años los números son muy diferentes: el 8,8% fuma, frente al 30,9% que ha dejado de fumar y el 60,1% que no ha fumado nunca. 

Gráfico 1: Respuesta a la pregunta, ¿fuma actualmente?. Personas mayores de 65 años, España, 2017.


Fuente: elaboración propia a partir de datos ENS 2017.

La edad a la que se empezó a fumar es importante. De entre las personas mayores que fuman a diario, la mayoría empezó...¡Antes de los 18 años! De hecho, a los 17 ya habían comenzado a fumar el 50,2% de quienes continúan fumando más allá de los 65 años y el 10,3% de los fumadores prefiere los puros. De nuevo, socialización. Como curiosidad, en pipa fuma menos del 1%. 

Al menos en estos dos aspectos, y aunque hay un gran espacio para la mejora, las personas mayores tienen mejores hábitos que el resto de la población. ¿Sucede lo mismo con otros indicadores? ¿Comen más sano que otros grupos de edad? ¿Son sedentarias las personas mayores? Esto lo dejamos pendiente para otro post.

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