Hemos hablado anteriormente de cómo uno de los cambios respecto a cómo se vive la vejez en la actualidad tiene que ver con el deseo de independencia y la permanencia en casa. Apuntamos en aquella ocasión al deseo de mantenerse en el entorno conocido frente a la idea de mudarse a casa de los hijos. Como hemos visto también, la opción de vivir en una residencia es poco deseada y que la preferencia por la vivienda-hogar es clara y mayoritaria. Pero ¿con quién viven las personas mayores de 65 años en España? En hogares, sí, pero ¿cómo son esos hogares? Ya señalamos que la opción de convivir en pareja era la predominante y que se habían reducido enormemente los hogares intergeneracionales. Vamos a analizar hoy cómo es la evolución de los hogares intergeneracionales y la tendencia mostrada en los últimos años.
¿Qué es un hogar intergeneracional? Si por hogar entendíamos (según la definición del Instituto Nacional de Estadística) al grupo de residentes que conviven en la misma vivienda, por hogar intergeneracional entendemos aquellos hogares en el que conviven varias generaciones de la misma familia (de sangre y política). Por ejemplo, abuelos, hijos y nietos. Podrían vivir otros familiares (los tíos, un primo) pero lo que nos interesa hoy es hablar de la convivencia familiar tomando como eje a las personas mayores de 65 años.
Un hogar de una generación sería aquél conformado por la persona mayor, o por la persona mayor y su pareja. Un hogar de dos generaciones sería aquél en el que conviven los hijos, y en el de tres generaciones vivirían además los nietos (siempre tomando como epicentro de las relaciones familiares a las personas mayores). Los hogares de más de tres generaciones, muy escasos en la actualidad, contarían con la presencia de un bisnieto, por ejemplo (por cierto, tenemos pendiente hablar sobre la abuelidad y cómo se vive la llegada de los nietos).
El cambio en las pautas de convivencia es uno de los más interesantes cuando queremos hablar de los cambios sociales actuales. Se relaciona, como no podía ser de otra forma, con el envejecimiento y con el aumento de los divorcios, pero también marca un cambio en las pautas de relación y convivencia dentro de las familias, que siempre es un tema muy controvertido. Tendemos a idealizar las relaciones familiares en el pasado (cualquier tiempo pasado fue mejor). No convivir no significa necesariamente una disminución en la relación y a veces, incluso, puede suponer la mejora de la misma. Las fricciones de la convivencia pueden poner en dificultad las relaciones personales; nos pasa con la pareja (esa que decía el poeta Rafael de León que habíamos encontrado en la calle -Que madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle-) pero también con los hijos cuando son adultos. Y por supuesto, con nuestros padres cuando ya no deseamos ceñirnos a sus reglas o costumbres. Existe una tremenda idealización de las relaciones familiares en el pasado, pero, como ya hablamos en otro post, en ocasiones era la fuerza de la costumbre (la propia y la social) la que obligaba a mantener un tipo de relaciones que no eran necesariamente deseadas. Considero además que la relajación en las formas propia de la sociedad actual permite tener relaciones familiares y personales más plenas y satisfactorias, por cuanto que son elegidas. Por otra parte, no convivir en la misma casa no significa necesariamente vivir lejos: en España tenemos tendencia a permanecer cercanos a nuestros padres y familiares.
Para ejemplificar este cambio en los hogares podemos referirnos a los Censos de Población y Viviendas. Como ya sabemos, se realiza cada diez años, así que la información más reciente refiere la situación de 2011. Lo que nos interesa ahora mismo es analizar cómo se produce un cambio, y cómo se reducen (o no) los hogares intergeneracionales. Para ello, contar con tres fechas (1991, 2001 y 2011) observando el cambio porcentual es suficiente para hacernos una idea sobre la tendencia en España.
Pero antes, y para contextualizar los porcentajes, veamos cómo aumenta el número de hogares durante este tiempo, a la par que lo hace la población. En la población general (sin hacer distinciones por edad) los hogares aumentan desde los 11.852.075 en 1991 hasta los 18.083.685 en 2011.
Gráfico 1: Número total de hogares en España. 1991, 2001 y 2011.
Fuente: elaboración propia a partir de datos Censos de Población y Viviendas 1991, 2001 y 2011. Instituto Nacional de Estadística.
Como podemos ver, el número total de hogares aumenta considerablemente. ¿Qué sucede con los hogares multigeneracionales? ¿Cambia la composición del hogar en lo que refiere a la convivencia de generaciones?
Cuadro 1: Evolución número de generaciones conviviendo en el hogar (%). España, 1991, 2001 y 2011.
Fuente: Elaboración propia a partir de Censos 1991, 2001 y 2011.
Lo primero que notamos es que los hogares de una sola generación aumentan su importancia en la distribución, mientras que el peso de los hogares de tres o más generaciones queda reducido a menos de la mitad. Los hogares de dos generaciones (hay una convivencia padre/madre-hijo) experimentan una bajada de más de 11 puntos desde 1991. Es decir, se produce una tendencia a menor convivencia entre generaciones.
Los hogares en general reducen su tamaño y no solo porque haya menos convivencia intergeneracional (menos nietos que viven con sus abuelos, aunque la cifra tampoco era tan elevada en el pasado, como vemos en los datos) sino que las generaciones disminuyen. Tenemos menos hijos (además de tenerlos más tarde) y eso tiene una influencia clave sobre el tamaño de hogar.
Lo paradójico de lo anterior es que el ciclo de los hogares es más largo, así que convivimos más tiempo con los hijos (que se emancipan más tarde) pero la mayor esperanza de vida hace que también vivamos más tiempo solos. Así, el cambio que la sociedad española muestra en las formas de hogar ha sido principalmente experimentado por los mayores (de nuevo, liderando el cambio social) que pasan de formar parte de hogares amplios en su infancia a protagonizar el auge de los hogares unipersonales y los hogares monogeneracionales en la vejez.