Es conocido que en el entorno español y europeo el número de personas mayores es cada vez mayor. Además del crecimiento demográfico, es interesante comprobar la emergencia de nuevos perfiles de mayores. La aparición de los llamados “nuevos mayores” se presenta como oportunidad para el desarrollo de propuestas innovadoras que den respuesta a sus necesidades e inquietudes. En el siguiente texto se plantearán algunas propuestas que combinan la formación dirigida a personas mayores con alternativas de ocio basadas en el turismo, lo que además de poder resultar atractivo para este nuevo perfil emergente, supone un ejemplo de cómo el envejecimiento ofrece oportunidades para el desarrollo económico.
Existe un creciente volumen de resultados de investigación sobre los beneficios sociales y para la salud del aprendizaje en la edad adulta. Estudios como los de Withnall ponen de manifiesto que la participación en espacios de aprendizaje para personas adultas mayores tiene consecuencias positivas, como pueden ser satisfacción con uno mismo, estimulación intelectual y cognitiva, placer y disfrute (Withnall, 2002). Los programas de formación para mayores, por su propia naturaleza, constituyen una propuesta de acción preventiva a favor de un envejecimiento autónomo en la dimensión cognitiva, relacional y física, cuyos beneficios van más allá de lo personal; algunos estudios apuntan, por ejemplo, una reducción en el gasto y atención social y sanitaria (por ejemplo, Vilaplana, 2002). Al mismo tiempo, este tipo de programas, además de contribuir al desarrollo personal y económico, deben concebirse como espacios generadores de procesos de innovación social, permitiendo a sus participantes erigirse como agentes sociales que contribuyan a la mejora comunitaria desde sus entornos. La formación a lo largo de la vida debe así entenderse como un “compromiso en la construcción de una sociedad para todas las edades, creativa, innovadora y solidaria” (Lázaro, 2002).
1. La formación de las personas mayores en España.
Los programas de formación para personas adultas tienen un largo recorrido en el entorno europeo, principalmente en su vertiente dirigida a la alfabetización, o a la adquisición o reciclaje de competencias vinculadas a una profesión. Sin embargo, si nos centramos en formación dirigida a personas mayores, no dirigida a la alfabetización o profesionalización, no podemos alejarnos más allá de los años setenta del siglo XX. En su aparición y desarrollo tuvo un papel fundamental la universidad, por lo que el objeto principal de este trabajo, en lo que a formación se refiere, serán los programas universitarios para mayores (PUM).
En 1973 el profesor Pierre Vellas, de la Université des Sciences Socials de Toulouse pone en marcha la Université du Troisième Âge, primera experiencia de programa de formación universitaria para mayores en el entorno europeo. Dos años después se crea la Asociación Internacional de Universidades de la Tercera Edad (AIUTA). A finales de los años 70 nacen en España las primeras “aulas de tercera edad”, reguladas en 1980 por el Ministerio de Cultura. Sucesivamente fueron apareciendo diferentes programas de formación para personas mayores organizados desde diversas universidades (Bru, 2012). En 1982 nace en Catalunya la federación AFOPA (Aulas de Formación Permanente para la Ancianidad), que agrupa a las “aulas de extensión universitaria para personas mayores”, modelo de organización en las que los propios mayores organizan su actividad desde marcos asociativos, bajo la tutela académica de la universidad, entendida ésta como supervisión de los programas formativos. En 2001 nace la “Comisión Nacional de Programas Universitarios para Mayores”, que en 2004 pasará a ser “Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores” (AEPUM). En el curso 2018-2019, AEPUM agrupa 46 universidades españolas públicas y privadas, con un total de más de 63.000 estudiantes mayores en sus programas. A nivel europeo la trayectoria de los programas universitarios para mayores es similar, apareciendo las primeras experiencias a mediados de los años 70, consolidándose posteriormente a través de la creación de diversas redes y normativas reguladoras.
En los últimos años los PUM han ido experimentando un enorme crecimiento, tanto en número de programas, como en número de sedes universitarias y, sobre todo, en número de alumnos. Este crecimiento coincide con la puesta en valor de conceptos como el envejecimiento saludable o satisfactorio, y con la universalización del paradigma del envejecimiento activo, promulgado por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002). Vale la pena destacar que el paradigma del Envejecimiento Activo fue revisado por el Centro Internacional para la longevidad (ILC-Brasil) (Kalache, 2015), incorporando justamente la formación a lo largo de la vida como pilar fundamental de desarrollo, junto con la salud, la seguridad y la participación.
Actualmente la formación dirigida a las personas mayores se agrupa principalmente en tres modelos que responden a los siguientes formatos: un primer modelo en el que la formación se dirige exclusivamente a mayores; un segundo modelo en el que la formación tiene lugar en contextos intergeneracionales (los mayores se integran en las aulas en las que estudian los jóvenes), y un tercer modelo en el que las propuestas formativas son formuladas por los propios mayores con el apoyo de la universidad, desarrolladas principalmente en sus propios municipios. Todo ello bajo un gran número de nomenclaturas, condiciones de acceso, etc. Esto puede suponer una desventaja a la hora de regular los estudios, a nivel de planificación, certificación, etc.; aunque a su vez, permite una mayor adaptabilidad a los intereses del alumnado.
Actualmente la formación dirigida a las personas mayores se agrupa principalmente en tres modelos: un primer modelo en el que la formación se dirige exclusivamente a mayores; un segundo modelo en el que la formación tiene lugar en contextos intergeneracionales (los mayores se integran en las aulas en las que estudian los jóvenes), y un tercer modelo en el que las propuestas formativas son formuladas por los propios mayores con el apoyo de la universidad
El reto que se presenta ante el futuro de los PUM es el de dar respuesta a las nuevas características y necesidades de un grupo de edad, el de las personas mayores, que se ha ido transformando a partir de los cambios socioeconómicos de las últimas décadas. Los estudiantes cada vez tienen mayor nivel formativo, mayor diversidad de inquietudes, tienen mayor interés en participar en actividades de investigación, mayor voluntad de implicación en los programas, y reivindican participar en todo aquello que les atañe. En el caso de España, han vivido casi la totalidad de su etapa adulta ya en democracia, con aspectos como el consumo o el disfrute del ocio como valores emergentes. Este reto exige a las sociedades implementar políticas, acciones y programas que den respuestas a este nuevo perfil de personas mayores desde la innovación en las prácticas educativas.
2. Innovación educativa: Ocio, formación y turismo.
Los PUM, además de ser espacios dirigidos a la formación, son también espacios de ocio, en el que sus participantes carecen de la presión de adquirir competencias o conocimientos que les conduzcan al ejercicio de una profesión. En este sentido, la formación para personas mayores da respuesta a una población que cada vez dispone de mejores condiciones de salud y autonomía física, mayor disponibilidad de tiempo, y mayor capacidad de consumo (IPSOS, 2017). Resulta interesante el desarrollo de iniciativas de ocio que combinen el desarrollo personal y social con el desarrollo económico.
En el marco de la innovación educativa, nos encontramos la reciente aparición de propuestas que vinculan la formación a lo largo de la vida con otro tipo de iniciativas de ocio, como pueden las relacionadas con el turismo. Estas propuestas pueden agruparse básicamente en dos modelos: Un primer modelo en el que grupos ya constituidos se plantean un viaje como colofón a una actividad formativa previa (por ejemplo, haber cursado una formación sobre arte romano, y acabar el curso realizando un viaje a Roma); y un segundo en el que la formación se realiza in situ (el ejemplo equivalente vendría a ser viajar a Roma para estudiar arte romano ante sus principales obras de referencia). Este segundo modelo, a su vez, puede plantearse dirigido a grupos de estudiantes ya constituidos (que serían acogidos por alguna institución que les ofrece un programa formativo), o a personas que se inscriben en la propuesta formativa de manera individual. Es relativamente frecuente encontrar experiencias del primer tipo (viaje al final de la actividad formativa). Lo que no es tan habitual es que los estudiantes desarrollen la formación in situ, en el marco de actividades de ocio turístico. Existen sin embargo experiencias que pueden abrir camino a un futuro desarrollo de este tipo de actividad, interesantes tanto por su carácter innovador como por el impulso al desarrollo económico que suponen.
En el marco de la innovación educativa, nos encontramos propuestas que pueden agruparse básicamente en dos modelos: Un primer modelo en el que grupos ya constituidos se plantean un viaje como colofón a una actividad formativa previa (por ejemplo, haber cursado una formación sobre arte romano, y acabar el curso realizando un viaje a Roma); y un segundo en el que la formación se realiza in situ (el ejemplo equivalente vendría a ser viajar a Roma para estudiar arte romano ante sus principales obras de referencia)
Un ejemplo de acción de ocio formativo in situ realizada por grupos ya constituidos serían los intercambios desarrollados por el programa para mayores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Desde 1999 el programa de la UCM realiza intercambios con alumnos de otras comunidades del Estado Español; y desde 2009, con alumnos de programas de mayores de diferentes países, como Colombia, Cuba, China o Brasil. En este caso, se trata de un tipo de actividad turístico-formativa en cuyo diseño participan plenamente los alumnos. Parte del curso escolar se dedica a la preparación del posterior intercambio, en el que los propios estudiantes también ejercerán de formadores (Barrero, B. Et al., 2002).
Otra experiencia que destacar, en este caso dirigida a personas que no tienen por qué estar vinculadas a ningún programa previo, es la Summer Senior University, organizada durante 10 ediciones desde el programa para mayores de la Universitat de les Illes Balears (UIB). La propuesta se orienta hacia el intercambio cultural entre personas mayores de diferentes países europeos a través de un programa lúdico y formativo que se realiza durante una semana en el entorno de alguna de las sedes que la universidad tiene en las diferentes islas del archipiélago, utilizando el inglés como lengua vehicular.
Más reciente es la experiencia del programa interuniversitario Etheria, impulsado desde el curso 2018-2019 por la “Xarxa Vives d’Universitats”, institución que agrupa las diferentes universidades de habla catalana. El programa Etheria permite que personas mayores de 55 años cursen de manera virtual contenidos relacionados con diferentes lugares y obras catalogadas como patrimonio de la humanidad, para visitarlas posteriormente y ampliar su formación sobre el terreno. Como vemos, el programa añade al ocio formativo otro componente de innovación, que es el hecho de incorporar la formación en línea a través de un aula virtual interuniversitaria, haciendo la propuesta más accesible a personas que tengan dificultad para asistir a los lugares en los que se imparte formación para mayores de manera presencial.
Más allá de nuestro entorno existen iniciativas de larga trayectoria y arraigo, como “Road Scholar”, plataforma estadounidense creada en 1975 con base en Boston (Massachussets) desde la que se ofrecen diferentes iniciativas de turismo formativo. Según informan a través de su página web, su oferta agrupa más de 5.500 propuestas, tanto en Estados Unidos como en más de 150 países alrededor del mundo, reuniendo cada año a más de 100.000 participantes.
Este tipo de experiencias de “turismo formativo” resultan del todo interesantes por las enormes ventajas que conllevan: facilitan a los estudiantes el conocimiento de otras realidades histórico-culturales existentes, a la vez que fomentan el desarrollo de vínculos entre programas de mayores, universidades y países, facilitando así posibilidades científicas, intelectuales y pedagógicas. Además de ello, las ventajas que puede suponer este tipo de actividad van más allá de los beneficios que obtienen participantes, programas y universidades de referencia, ejerciendo de estímulo económico en el marco de un sector como es el turístico.
Otra ventaja que se suma a las anteriores sería la contribución de este tipo de acciones a la erradicación de estereotipos, tanto los asociados al envejecimiento (generalmente vinculados a la inactividad y pasividad); como los asociados a los ciudadanos de otros territorios, gracias a su conocimiento a través de la interrelación. Este tipo de acciones permite promover la formación de redes que podrían seguir funcionando más allá de la finalización de la acción formativa, favorecerían la relación entre personas y comunidades, y el intercambio cultural y de conocimientos.
El hecho de que la propuesta formativa se enmarque en una actividad turística no debería devaluar el propio carácter formativo de la actividad. Para que aquellas propuestas resulten atractivas, los programas de estudio deben ser de calidad, más aún si éstos se plantean dirigidos a una certificación, por lo que la implicación de la universidad se hace imprescindible.
El hecho de que la propuesta formativa se enmarque en una actividad turística no debería devaluar el propio carácter formativo de la actividad. Para que aquellas propuestas resulten atractivas, los programas de estudio deben ser de calidad, más aún si éstos se plantean dirigidos a una certificación, por lo que la implicación de la universidad se hace imprescindible.
¿Qué atractivo pueden encontrar las personas mayores en las acciones de ocio formativo?
El tipo de iniciativas que vinculan formación y turismo al que hemos hecho referencia supondría el acercamiento al conocimiento cultural desde su propio contexto geográfico, artístico, histórico y social. Es de suponer que ello aporte una motivación añadida tanto al hecho de implicarse en una formación, como al de viajar. De esta manera se complementaría el atractivo que supone el ocio turístico, basado en aspectos relacionales, culturales, etc., al que supone la realización de una actividad formativa: adquisición de conocimientos, autorrealización, mejora de la autopercepción y autoestima, posibilidad de obtener una certificación, etc. (Ahn & Janke, 2011).
Existe un estereotipo generalizado vinculado a las personas mayores y el turismo que los sitúa en actividades de tipo pasivo, frecuentemente subvencionadas, y centradas casi exclusivamente en el termalismo. Ésta es una realidad cambiante. Los intereses de los “nuevos mayores” ya no son los mismos, existe una revalorización de la cultura del ocio, e interés creciente por la formación y la cultura relacionado con el desarrollo personal (Rodríguez, 2013), a la vez que un mayor poder adquisitivo (aunque en momentos de crisis económica como el que recientemente hemos superado, y el que se atisba en un horizonte cada vez más cercano, frecuentemente ejerzan de sustentadores del núcleo familiar, en el que los hijos no han marchado o han regresado). Estos “nuevos mayores” no sienten el mismo interés por las propuestas tradicionales de turismo dirigidas a seniors, tanto por el tipo de actividades programadas como por el carácter gregario con el que frecuentemente se plantean. Otro tipo de formatos como el que estamos presentando puede dar respuesta a los intereses de esta realidad emergente. En la temporada 2018-2019 el programa de turismo social organizado por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO) ofreció 938.000 plazas, financiando aproximadamente el 20,73% de su coste total (IMSERSO, 2019). Actualmente, debido a la situación de emergencia sanitaria por la COVID-19, se ha visto cancelada la edición 2020-2021. Quizá este sea el momento para considerar la inclusión de objetivos formativos en su definición, de modo que las nuevas ediciones incorporen elementos relacionados, o refuercen los ya existentes.
Puede resultar también interesante para este nuevo perfil de personas mayores que, como se ha comentado, presenta en muchas ocasiones una mayor capacidad adquisitiva, mejor situación física y de salud, con tiempo de ocupación liberado tras la jubilación, y frecuentemente con cierta sensibilidad hacia situaciones de desigualdad, el hecho de combinar la actividad de ocio formativo con prácticas de cooperación al desarrollo y voluntariado. En esta línea, podrían plantearse, por ejemplo, propuestas que mejoren las competencias en el ámbito del voluntariado, combinadas con la realización de acciones solidarias. Los ámbitos en los que se podría desarrollar la actividad serían muy diversos: medioambiente, patrimonio cultural y artístico, atención a colectivos en situación de riesgo, etc. A través de actividades de este tipo las personas participantes no sólo obtendrían los beneficios propios de la actividad turística y formativa, sino que además obtendrían los beneficios propios de realizar una actividad en el marco de la cooperación: desarrollo personal, mejora de la confianza en uno mismo, mayor autoestima y satisfacción vital, toma de conciencia con situaciones de desigualdad, etc. Si bien existen cada vez más casos de experiencias individuales de mayores que se involucran en este tipo de actividad, la difusión que se hace de estas no suele ir dirigida a este grupo de edad, por lo que éstos no siempre se plantean la posibilidad de implicarse en este tipo de acciones.
Dados los intereses de los “nuevos mayores”, con una mayor capacidad adquisitiva, mejor situación física y de salud, con tiempo de ocupación liberado tras la jubilación, y frecuentemente con cierta sensibilidad hacia situaciones de desigualdad, tendría sentido el hecho de combinar la actividad de ocio formativo con prácticas de cooperación al desarrollo y voluntariado. Con ello, obtendrían, además, los beneficios propios de realizar una actividad en el marco de la cooperación: desarrollo personal, mejora de la confianza en uno mismo, mayor autoestima y satisfacción vital, toma de conciencia con situaciones de desigualdad, etc.
Algunos facilitadores y obstáculos a tener en cuenta
Un factor facilitador que encontraríamos para la implementación de acciones de turismo formativo es que los destinatarios potenciales, en su gran mayoría, son fácilmente accesibles. Existen asociaciones y federaciones que agrupan a las personas mayores que participan en programas formativos, por ejemplo, la Confederación Estatal de Asociaciones y Federaciones de Alumnos y Exalumnos de los Programas Universitarios de Mayores (CAUMAS), en el Estado Español; o la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Adultos Mayores (FIAPAM). Otra ventaja es que existen diversas redes tanto estatales como internacionales entre programas de formación a lo largo de la vida (como las ya citadas AEPUM y AIUTA), con lo que los vínculos en muchos casos ya están creados. Puede ser interesante explorar posibilidades tanto en el entorno estatal, como en el europeo, así como en entornos como el latinoamericano, por su proximidad idiomática y cultural.
Una ventaja a señalar es que se dispone de experiencias previas que relacionan el turismo con la formación para mayores, como las que se han citado anteriormente. Al mismo tiempo, si centramos la atención en otros grupos de edad, como el de los jóvenes, contamos con sobrados ejemplos que combinan turismo y formación (principalmente en lenguas extranjeras), que también pueden aportar conocimientos que contribuyan al diseño de propuestas de calidad.
A nivel de financiación, como se indicaba anteriormente, hablamos de un grupo de edad con una cada vez mayor capacidad adquisitiva. Es de suponer que parte este grupo no tenga una gran dificultad en acceder a este tipo de propuestas. Aun así, la intervención de agentes públicos se hace imprescindible si se plantea la universalización de este tipo de prácticas. Experiencias como el mencionado programa de turismo social del IMSERSO son interesantes para favorecer esta universalización.
Al hilo de los aspectos de financiación, cabe decir que la Comisión Europea promueve desde hace años la movilidad entre estudiantes adultos, A través del anterior programa europeo de aprendizaje permanente Grundtvig 2007-2013 (European Comission, 2010), y desde 2014 a través del programa de educación, formación, juventud y deporte de la Unión Europea Erasmus+. Éste permite, entre otras acciones posibles, el establecimiento de asociaciones entre centros de diferentes países con el fin de facilitar la participación de sus estudiantes en proyectos formativos conjuntos, siendo sus destinatarios, entre otros, los alumnos de instituciones de educación de personas adultas. Resulta interesante conocer las iniciativas de apoyo ya existentes, como es el caso del programa Erasmus+ a la hora de plantear la cofinanciación de las acciones que se propongan. El programa Erasmus+ finaliza en 2020, tomando el relevo el programa Erasmus 2021-2027, que mantiene la orientación en lo que a educación de adultos se refiere.
En lo relativo a los obstáculos, uno a tener en cuenta puede ser la barrera idiomática. La población actual de personas mayores no siempre tuvo acceso a la formación en idiomas, por lo que éste sería un elemento que considerar, ya que puede condicionar aspectos como la selección de participantes, el destino de la actividad, o el tipo de actividades a realizar. Con el objetivo de reducir esta barrera, el programa Erasmus+, por ejemplo, además del apoyo económico destinado a gastos derivados de la preparación de la actividad, alojamiento y viaje, también ofrece partidas dirigidas a actividades de preparación lingüística.
Algo más sutil de detectar, pero no menos presente, es la barrera que encontramos en muchas de las personas mayores relacionada con la baja expectativa de autoeficacia vinculada a los estudios. Contamos con una población de personas mayores que en muchos casos tuvo grandes dificultades para acceder a la formación reglada, especialmente el de las mujeres mayores. Al no haber tenido la oportunidad de formarse, muchas de las personas mayores perciben el acceso a los estudios como algo de lo que no serán capaces. Las nuevas generaciones de personas mayores han tenido mayores oportunidades de contactar con entornos formativos, por lo que es de prever que ya no presenten este condicionante con la misma intensidad. Aun así, no debemos olvidar que dentro del grupo de edad hay una gran diversidad, donde el primer perfil sigue teniendo presencia.
Se ha hecho referencia en diversas ocasiones en este trabajo a los “nuevos mayores” como un nuevo perfil de persona mayor, con mayor autonomía funcional, económica, y con mejores condiciones de salud. Es importante destacar que esta imagen omite una realidad muy heterogénea, en la que coexisten muchas personas que podrían estar interesadas en el tipo de propuestas que se describen, pero no reúnen estas condiciones, por lo que deberán explorarse medidas que garanticen el acceso a su disfrute.
Por otro lado, siguiendo el apartado de obstáculos, es evidente que las restricciones de movilidad ocasionadas por la situación de emergencia sanitaria ocasionada por la COVID-19 no contribuyen en absoluto a la puesta en marcha de nuevos proyectos. Más allá del impacto actual, debemos confiar en que a corto-medio plazo podremos disponer de oportunidades similares a las anteriores a la pandemia. Está aún por ver la dimensión de la crisis económica derivada de la situación de emergencia, e iniciativas como las que se describen en este trabajo pueden contribuir a la recuperación de un sector tan afectado como lo está siendo el turismo.
3. Elementos a explorar vinculados a las actividades de turismo y formación para mayores.
Son diversos los estudios que vinculan las ventajas del turismo sobre la salud y la calidad de vida en las personas mayores, existiendo la “economía del turismo” como disciplina que así lo sostiene. No son tan frecuentes los estudios que vinculan la formación dirigida a personas mayores con las ventajas sobre la salud de sus participantes, y menos en términos económicos. Aunque existe un consenso en que los programas formativos para personas mayores suponen una “actividad preventiva ante un envejecimiento dependiente en la dimensión mental, social, física y psicopedagógica” (AEPUM, 2012), la investigación realizada hasta el momento en este sentido es muy limitada, lo que supone un campo de oportunidades para la investigación.
Son diversos los estudios que vinculan las ventajas del turismo sobre la salud y la calidad de vida en las personas mayores, existiendo la “economía del turismo” como disciplina que así lo sostiene
A pesar de la escasa trayectoria en nuestro entorno de prácticas de innovación educativa en las que se vincule formación y turismo, en la actualidad contamos con un número cada vez mayor de experiencias. Tenemos la oportunidad de generar conocimiento sobre el impacto que constituye este tipo de prácticas a partir de su estudio, con lo que podríamos contrastar la argumentación teórica con resultados validados por la investigación. Gracias a su estudio, podríamos conocer qué elementos facilitan el éxito de las iniciativas, qué aspectos vale la pena potenciar, sobre qué debemos poner especial atención, conocer mejor las características de la población participante, etc.; lo que nos permitiría un mayor acierto a la hora de definir propuestas.
Otro ámbito que, aun estando vinculado al envejecimiento, va más allá del ámbito de la formación y del turismo, en el que encontramos posibilidades para la generación de conocimiento, sería la implicación de las personas mayores en los diseños de las acciones que se vayan a dirigir a su grupo de edad. Las ventajas del llamado user involvement, o implicación de los futuros usuarios en el diseño de las actividades son múltiples, siendo la principal que nos acercaremos a sus intereses de forma más eficaz que si no les tuviésemos en cuenta. Al mismo tiempo, es de suponer que las acciones resultarán más atractivas, ya que habrán sido propuestas “entre iguales”. No hay que olvidar que las características de este grupo de edad están cambiando, y quizá ya no sea tan atractivo para algunos de ellos el viajar de manera grupal, o compartir alojamiento. Tampoco podemos aplicar lógicas derivadas de asimilar el turismo formativo dirigido a mayores al de otros grupos de edad: un estímulo para la formación de las personas en edad de trabajar puede ser la obtención de un título, pero para las personas mayores no tiene porqué serlo. Vemos pues que resulta de interés la participación de las personas mayores en el diseño de posibles propuestas con el fin de acertar en sus planteamientos, implicándolas desde una concepción de agentes de cambio e innovación social.
Otro ámbito en el que encontramos posibilidades para la generación de conocimiento, sería la implicación de las personas mayores en los diseños de las acciones que se vayan a dirigir a su grupo de edad.
4. Conclusiones
La formación dirigida a las personas mayores aporta beneficios a la población participante. El hecho de proponer acciones formativas en el marco de actividades turísticas puede percibirse como un atractivo adicional a cada uno de sus componentes, tanto para las personas que se interesan por la formación, como para las interesadas por realizar actividades de ocio turístico. El desarrollo de este tipo de propuestas puede suponer un estímulo, no sólo al desarrollo personal y social, sino también al desarrollo económico.
Las acciones de “turismo formativo” se identifican como interesantes para el grupo de edad potencial al que se dirige, que dispone de capacidad económica y condiciones físicas y de salud para su disfrute. Aunque existen experiencias que ponen en evidencia las ventajas de este tipo de acciones, queda un largo camino que recorrer, no sólo en cuanto el crecimiento en número de experiencias, sino también en la generación de conocimiento sobre los impactos que generan este tipo de acciones tanto en el ámbito personal, como en el económico.
Las acciones de “turismo formativo” se identifican como interesantes para el grupo de edad potencial al que se dirige, que dispone de capacidad económica y condiciones físicas y de salud para su disfrute. Aunque queda un largo camino que recorrer en la generación de conocimiento sobre los impactos que generan este tipo de acciones tanto en el ámbito personal, como en el económico.
Referencias utilizadas:
AEPUM (2012). Conclusiones de las VII Jornadas de la Asociación Estatal de Programas Universitarios para Personas Mayores (AEPUM) y Foro Universidad y Sociedad: “Educación, Envejecimiento Activo y Solidaridad Intergeneracional”. Universidad de La Laguna (Tenerife). Disponible en: https://www.aepumayores.org/sites/default/files/Conclusiones_La_Laguna_1_y_2_Marzo_2012.pdf
Ahn, Y. & Janke, M C. (2011). Motivations and Benefits of the Travel Experiences of Older Adults. Educational Gerontology, 37(8): 653-673.
Barrero, B. Et al. (2002). La movilidad como intervención educativa: Universidad para mayores - Complutense (España) y Saberes de Vida – EAFIT (Colombia). En IV congreso iberoamericano de Universidades para mayores CIUUMM2011. Aprendizaje a lo largo de la vida, envejecimiento activo y cooperación internacional en los programas universitarios para mayores. (v. II, pp 1035-1046). Alicante, España: Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores.
Bru, C. (2012). Los programas educativos para mayores en la universidad española. En Actas del XV Congreso Nacional y V Iberoamericano de Pedagogía “Entre generaciones: Educación, Herencia y Promesas”. (pp 93-112). Madrid, España: Sociedad Española de Pedagogía.
European Comission (2010). Conference “Grundtvig, a decade of European innovation in adult learning”. General conference documentation, Brussels: DG Education and Culture.
IMSERSO (2020). Informe anual del Imserso 2019. Madrid: Instituto de Mayores y Servicios Sociales. Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030.
IPSOS (2017). “El futuro… y el presente, es de los mayores de 50 años”. Recuperado de: https://www.ipsos.com/es-es/el-futuro-y-el-presente-es-de-los-mayores-de-50-anos
Kalache, A. (2015). Envejecimiento activo. Un marco político ante la revolución de la longevidad. Río de Janeiro: International Longevity Centre - Brazil (ILC-Brazil).
Lázaro, Y. y Aguilar, E. (2002). Un ejemplo de innovación universitaria: las experiencias de ocio formativas de los programas de adultos de la universidad de Deusto. En IV congreso iberoamericano de Universidades para mayores CIUUMM2011. Aprendizaje a lo largo de la vida, envejecimiento activo y cooperación internacional en los programas universitarios para mayores. (v. I, pp 91-104). Alicante, España: Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores.
OMS (2002). Envejecimiento activo: un marco político. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 37(2): 74-105.
Rodríguez, G. et al. (2013). Las Personas Mayores que vienen. Autonomía Solidaridad y Participación social. Madrid: Fundación Pilares
Vilaplana, C. (2002). Relación entre los programas universitarios para mayores, la satisfacción durante la jubilación y la calidad de vida. En IV congreso iberoamericano de Universidades para mayores CIUUMM2011. Aprendizaje a lo largo de la vida, envejecimiento activo y cooperación internacional en los programas universitarios para mayores. (v. II, pp 875-893). Alicante, España: Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores.
Walker, A. (2005) (ed.) Growing Older in Europe. Maidenhead: Open University Press.
Withnall, A (2002) Reflections on lifelong learning and the Third Age. En Field, J. & Leicester, M. (eds). Lifelong Learning: Education Across the Lifespan. London, Routledge Falmer, 289-299.
Además de las propuestas señaladas por el profesor Arenas, la Universidad de Deusto lleva ya más de una década desarrollando el programa “Aprender Viajando” como parte de la oferta de DeustoBide-Escuela de Ciudadanía de la UD. Un programa que no es percibido por el alumno como un “programa de viajes”. En “Aprender Viajando”, cada destino se convierte en un proyecto donde hay un relato que unifica la experiencia y convierte cada itinerario en algo original y único.
No podemos olvidarnos de que el perfil del mayor ha cambiado fundamentalmente desde que comenzó el modelo de turismo social desarrollado por el IMSERSO
En mi opinión este tipo de viajes formativos son especialmente significativos para las personas que en ellos participan y se fijan de una manera muy especial transformándose en una experiencia vital, puesto que la relación entre el viajero y el destino está íntimamente reforzada por un motivo inspirador que es en sí mismo, un tema de estudio atractivo y fascinante.
En nuestro caso el itinerario formativo previo está diseñado por especialistas que aportan una nueva perspectiva y que imparten formación en el aula, previa al viaje y siguen adquiriendo trasladando os conocimientos durante el mismo ya que el docente acompañados al alumnado durante el viaje.
Por ello, experiencias como “Aprender Viajando” hacen posible su realización óptima posibilitando experiencias humanas enriquecedoras que incrementen la calidad de vida de las personas. La calidad de la experiencia depende de la intencionalidad de la persona que la vivencia y de su interacción con la realidad; pero también es posible favorecerla con el conocimiento, tal y como hemos podido comprobar a lo largo de estos años.
Y en cuanto a si este modelo puede complementar o subsistir con el modelo de turismo social impulsado tradicionalmente por el IMSERSO, no tengo ninguna duda de que sí. De esta manera responderíamos a las necesidades e inquietudes de toda la variedad y diversidad de personas mayores que tenemos actualmente. Si decimos que existen tantos tipos de personas mayores como personas hay, es importante ofrecer diversidad de ofertas turísticas que puedan responder a las necesidades y expectativas del mayor número de ellas. Además, no podemos olvidarnos de que el perfil del mayor ha cambiado enormemente desde que comenzó el modelo de turismo social encontrándonos en la actualidad con unas personas mayores, con un nivel cultural claramente superior, con mayor concienciación sobre la vejez y preparación para la misma.
No podemos olvidarnos de que el perfil del mayor ha cambiado fundamentalmente desde que comenzó el modelo de turismo social desarrollado por el IMSERSO
Viajar es una de las mejores formas de aprender ya que ayuda a entender el mundo de hoy en día, nos permite abrir la mente a nuevos conocimientos y aprendemos además de conocimientos teóricos, los valores de las culturas que nos rodean.
El turismo formativo en personas mayores puede combinar tres niveles de promoción psicosocial de las personas una vez jubiladas (Villar, 2012). En primer lugar, permite una actividad de ocio/recreativa contribuyendo a la satisfacción vital y el disfrute personal. En un segundo nivel, este turismo formativo contribuiría al desarrollo personal y educativo siempre y cuando ofrezca un planteamiento educativo (con objetivos de aprendizaje y una determinada metodología) en las actividades de turismo propuestas. Por último, el turismo formativo podría generar un mayor desarrollo comunitario y sentimiento de generatividad si dicho turismo formativo permite que la persona mayor se implique en los problemas medioambientales o sociales del territorio que está visitando.
Además, como comenta Sergi Arenas, esta actividad de turismo daría respuesta a una mayor proporción de personas que se jubilarán en los próximos años, con mejor nivel educativo, adquisitivo y unas expectativas diferentes ante el hecho de envejecer. De hecho, el interés por formarse ya es una motivación presente en muchas personas mayores para viajar, como refleja la revisión realizada por Otoo y Kim, (2018), los cuales sitúan los aspectos intelectuales y formativos como tercera gran motivación para viajar, después del atractivo del destino y la socialización con personas del país de destino.
Por tanto, respondiendo a la primera pregunta planteada (¿considera que valdría la pena orientar las políticas públicas a promover el turismo formativo?), sí, valdría la pena incorporar este tipo de actividad dentro de la diversidad de acciones formativas para las personas mayores sin con ello substituir acciones de aprendizaje esenciales para prevenir la exclusión social de las personas mayores, como podría ser la formación en tecnologías, el empoderamiento en los derechos de las personas mayores o la alfabetización en salud, entre otras.
El turismo formativo puede ser una nueva actividad para las personas mayores que dignifique por un lado el valor del turismo en las personas mayores, y por otro, les permita a su vez seguir formándose, ser creativas y formar parte de forma activa de nuestra sociedad
De igual forma, enlazando ya con la segunda pregunta planteada (¿cree que este modelo debería complementar o substituir el modelo de turismo social impulsado tradicionalmente por el Imserso?), el turismo social no debería ser sustituido por este turismo formativo, ya que, para un importante numero de personas mayores supone la única oportunidad para viajar debido a sus limitaciones económicas o sociales. Además, la motivación que implica prepararse para el viaje, la organización de las actividades de ocio a las que se aplicará y el esfuerzo de socializarse con personas diferentes y de familiarizarse con mapas y entornos diferentes a los suyos aporta a estas personas mayores no solo beneficios en su bienestar psicosocial sino también un entrenamiento cognitivo importante ya que rompe con las rutinas y supone un esfuerzo cognitivo que se ha asociado a mejorías o mantenimiento en el rendimiento cognitivo de los mayores (Mora, 2011).
En conclusión, considero que el turismo formativo puede ser una nueva actividad para las personas mayores que dignifique por un lado el valor del turismo en las personas mayores, y por otro, les permita a su vez seguir formándose, ser creativas y formar parte de forma activa de nuestra sociedad.
Referencias
Mora, F. (2011). ¿Se puede retrasar el envejecimiento del cerebro? Alianza Editorial.
Otoo, F. E., & Kim, S. (2018). Analysis of studies on the travel motivations of senior tourists from 1980 to 2017: Progress and future directions. Current Issues in Tourism. https://doi.org/10.1080/13683500.2018.1540560
Villar, F. (2012). Hacerse bien haciendo el bien: la contribución de la generatividad al estudio del buen envejecer. Informació Psicológica, 104, 39-56.
Antes de entrar a contestar la cuestión que se nos propone es necesario hacer una serie de precisiones.
La primera es que toda acción dirigida a las personas mayores que haga que estén activas, que prevenga situaciones de dependencia y promueva su autonomía personal son buenas, tanto si son de tipo intelectual, físico, emocional, social, etc. Porque no todas las personas tienen los mismos intereses (por ejemplo, también es bueno para el mantenimiento da la autonomía personal el participar todos los días en juegos de mesa, como puede ser el Tute o el Mus que requieren un esfuerzo mental grande).
En segundo lugar, desde nuestra perspectiva, el debate deberá centrarse más en la Educación que en la formación, ya que esta última es una parte de la primera, no se adquieren sólo conocimientos sino también con este tipo de actividades deben desarrollar o mantener habilidades, actitudes, destrezas que hagan que las personas mayores mejoren su calidad de vida, tanto objetiva como subjetiva.
Y, en tercer lugar, esta propuesta de planificar el turismo formativo o educativo ya fue analizada en una reunión entre la dirección del IMSERSO y la Junta directiva de la Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores, AEPUM (que con el último cambio de gobierno y, por tanto, de la dirección del IMSERSO y la pandemia provocó que esté pendiente de solicitarse una nueva reunión para tratar este y otros temas del convenio que tenemos ambas organizaciones). En esta reunión se trató, fundamentalmente, de que el IMSERSO podría abrir una nueva vía de financiación que sirviera para facilitar el intercambio de estudiantes de los Programas Universitarios para Mayores (intercambios que ya se vienen realizando, pero sin financiación) así como para lo que podemos denominar turismo cultural para toda la población mayor.
Dicho esto, está claro que debería abrirse una vía de financiación para el turismo cultural, formativo o educativo, porque esto permitiría, por una parte, dar respuesta desde el Estado a un mandato de la U.E. sobre la formación o la educación permanente, que viene realizándose desde principios de siglo, por otra, “al desarrollo sociocultural y educativo que permita la participación activa, la (re)integración social y la mejora de la calidad de vida de las personas mayores” (Consejo de Universidades, 2010), y también, a la demanda que una parte de la población, cada vez más grande, hace sobre este tipo de acciones educativas.
En otras palabras, a la democratización del conocimiento, que como apuntamos, se puede realizar a través del intercambio de alumnos mayores de los programas universitarios, por ejemplo, o a través de programas específicos para toda la población.
Ejemplo de este tipo de programas educativos, son los que programas universitarios para mayores que es una de las respuestas que las universidades españolas dieron para implantar la educación permanente, más conocida en la actualidad, como educación o formación a lo largo de la vida.
Pero debemos tener en cuenta que no sólo existen estos programas, sino que hay otras instituciones que también realizan actividades educativas, como son las Aulas de la Tercera Edad, así como existe determinada población mayor que no se apuntaría a esta modalidad de turismo, pero si lo haría y hace a los actuales viajes.
Precisamente, para llegar a estas personas, que además no suelen estar en la ciudad que tiene campus universitario, el Programa Universitario de Mayores, IV CICLO de la Universidad de Santiago de Compostela junto con la Xunta de Galicia y las Diputaciones elaboraron una serie de programas educativos a desarrollar en diferentes municipios y comarcas gallegas, que se denominan “Camiños de Coñecemento e Experiencia” “Democratización do Coñecemento” que pretenden que la Universidad esté presente en el ámbito rural y en el entorno comunitario de participación cotidiana de nuestros mayores. Esta oferta educativa implica las instituciones antes referenciadas, pero también los ayuntamientos participes y sus ciudadanos al poner en valor el patrimonio sociocultural, histórico, político, económico e inmaterial como propuesta educativa para el desarrollo del programa.
Por tanto, como conclusión, el IMSERSO debería abrir una línea de financiación para el turismo cultural (pero sin excluir las anteriores líneas), mejor para el turismo educativo, como ya apuntamos, para dar respuesta a una demanda cada vez mayor de la sociedad y, en concreto, de las personas mayores, así como responder a lo que desde finales del siglo pasado viene planteando la Comisión Europea con respecto a lo que denominan formación a lo largo de la vida.
Esto permitiría, no sólo democratizar el conocimiento, sino también, que, a través del ejercicio intelectual que requiere este tipo de turismo, permitiría la prevención de situaciones de dependencia, la promoción de la autonomía personal y, por consiguiente, el mantenimiento e, incluso, la mejora de la calidad de vida.
El turismo cultural o educativo es una de las actividades, entre otras, que pueden prevenir la dependencia, ralentizar la evolución de las enfermedades degenerativas y promover la autonomía personal, es decir, mantener o mejorar la calidad de vida, tanto objetiva como subjetiva, de las personas mayores
En definitiva, el turismo cultural o educativo es una de las actividades, entre otras, que pueden prevenir la dependencia, ralentizar la evolución de las enfermedades degenerativas y promover la autonomía personal, es decir, mantener o mejorar la calidad de vida, tanto objetiva como subjetiva, de las personas mayores.
Referencias
CONSEJO DE UNIVERSIDADES. COMISIÓN DE FORMACIÓN CONTINUA (2010). La formación permanente y las universidades españolas. http://www.mecd.gob.es/dctm/eu2015/2010-formación-permanente-universidades-españolas:060710.pdf?documentid=0901e72b802bcfbf (consultado el 26 de agosto de 2013).
OLVEIRA OLVEIRA, MªE. y RODRIGUEZ MARTINEZ, A (2020): Los programas universitarios de mayores: desarrollando un ámbito educativo (en prensa).
RODRIGUEZ MARTINEZ, A (2008): Retos de la Asociación Estatal de Programas Universitarios para Personas Mayores. En Mª C. Palmero Cámara (coord.): Formación universitaria de personas mayores y promoción de la autonomía personal. Políticas socioeducativas, metodologías e innovaciones. 83-92. ISBN: 978-84-96394-81-0. D.L.: BU-207-2008. Burgos, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Burgos.
RODRIGUEZ MARTINEZ, A. y otros (2003): Intervención Pedagógica en Gerontología. Santiago de Compostela, Sega Ediciones.
RODRIGUEZ MARTINEZ, A.; LORENZO, J.A. y GUTIÉRREZ, MªC. (2011): Educación y calidad de Vida: Los programas universitarios para mayores en España. Revista de Ciencias de la Educación. (225-226), 29-50. ISSN: 0210-9581.
RODRIGUEZ MARTINEZ, A.; MAYÁN SANTOS, J.M. y GUTIÉRREZ, MªC. (2010): Intervención Pedagógica en Gerontología. En A. Cabedo Mas (ed.): La Educación Permanente. La Universidad y las Personas Mayores. 231-262. ISBN: 978-84-8021-732-3. D.L.: CS-51-2010. Castellón de la Plana, Publicaciones de la Universidad Jaume I.
RODRIGUEZ MARTINEZ, A.; OLVEIRA OLVEIRA, MªE. y GUTIÉRREZ, MªC. (2018): Educación institucional y mayores. Construyendo un ámbito educativo desde los programas universitarios de mayores. En JM. Touriñán y S. Longueira (Coords.): La construcción de ámbitos de educación. 443-463. ISBN: 978-84-948634-9-3. D.L.: C-51-2010. Santiago de Compostela, Andavira editora.
RODRIGUEZ MARTINEZ, A. y OLVEIRA OLVEIRA, MªE. (2019): Propuestas y acciones para la cooperación española e iberoamericana en el marco de los programas universitarios para mayores Aride . (2), 402-409. ISSN: 2448-511X.
Entre 1950 y 2010, la esperanza de vida en todo el mundo pasó de los 46 a los 68 años, y está previsto que alcance los 81 años de media a finales del siglo, según Naciones Unidas, aunque en los países occidentales ya es mucho más alta. En España concretamente, se sitúa en 80,9 y 86,2 años, respectivamente para hombres y mujeres, según datos provisionales del INE para el 2019. Somos los que más años vivimos del planeta, por detrás de Japón, Francia y Corea del Sur. Aunque la situación de la pandemia provocada por el COVID-19 alterará seguramente estos resultados, esperemos que la nueva situación se vea recompensada rápidamente por los efectos de las vacunas.
Según la ONU, el conjunto de personas mayores no es homogéneo, pues existe un sesgo de género manifiesto ya en las personas de 60 años o más, donde el número de mujeres supera al de hombres y éste se duplica entre las personas con más de 80 años. Estas mujeres acusan desigualdades derivadas del género, en la educación y en el empleo, en las edades de jubilación obligatorias y en las pensiones y otros beneficios sociales, que resultan claramente insuficientes.
El envejecimiento de la población, y su feminización, constituyen pues una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI. Tiene consecuencias para casi todos los sectores de la sociedad, entre ellos, el mercado laboral y financiero; la demanda de bienes y servicios (viviendas, transportes, asistencia sanitaria, pensiones, protección social, etc. ...), la estructura familiar y los lazos intergeneracionales y, evidentemente, la educación.
En este punto, señalamos que la democratización del conocimiento, el Espacio Europeo de Aprendizaje Permanente (EEAP) y el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) plantean para los mayores la necesidad de un aprendizaje y formación a lo largo de la vida, para mejorar sus conocimientos y para enriquecer su calidad de vida. Una formación que debe dar respuesta a las necesidades e inquietudes sociales y de aprendizaje de las personas mayores. El siglo XXI ha sido el siglo de la implantación de los programas Universitarios de Mayores. La Asociación Española de programas Universitarios de Mayores cuenta con cincuenta y una universidades miembros y más de sesenta mil alumnos. Si bien inicialmente intentaban suplir el déficit histórico formativo de la población mayor, muy especialmente el de la población femenina, a día de hoy la situación es bien distinta, los perfiles del alumnado son muy diversos, no sólo en nuestra universidad, la Universidad de las Illes Balears, sino en el conjunto de las universidades españolas. Desde las edades, a partir de los 50 años a los 80, a una formación muy diversificada, con estudiantes cada vez más formados, por lo que la adaptación de la oferta a esta demanda cambiante ha sido constante. El alumnado senior constituye ya el 4,2% del conjunto de estudiantes de las universidades españolas y en las pertenecientes a la Red Vives, el 6,5%.
En este nuevo contexto, distinto al de hace veinticinco años, consideraría necesario promover un turismo para personas mayores más diversificado, más rico y más formativo. Constituyen un contingente cada vez numeroso, más variado a nivel de intereses y necesidades sociales, por lo que la oferta debería evolucionar como nuestros mayores lo han hecho.
En el contexto actual, distinto al de hace veinticinco años, consideraría necesario promover un turismo para personas mayores más diversificado, más rico y más formativo
Este nuevo modelo de turismo, más abierto, más complejo, podría ser uno de los nuevos ejes a desarrollar desde el Imserso y complementar el patrón de turismo social impulsado tradicionalmente por esta institución, que ha cumplido durante años una función muy destacada, sin pasar a sustituirlo. Pues es el precio de los viajes, a nivel general, la variable que más frena los intercambios entre universidades, por parte de nuestros estudiantes mayores. Se podría ofrecer turismo universitario, con actividades de formación y de ocio cultural, durante el curso académico, periodo que coincide con el de los viajes actuales por parte del Imserso, que se realizan siempre en temporada turística baja. Las Universidades podrían jugar un papel importante en la recepción de estudiantes y adaptación de programas y seguramente se mostrarían dispuestas a contribuir a la formación de nuestros mayores, de procedencia diversa. Esta nueva oferta enriquecería los estudiantes senior de cada universidad y también sus programas (PUMs).
Finalmente, recordar que el día 1 de octubre fue decretado por Naciones Unidas, hace treinta años, como día internacional de las personas mayores. Se ha planificado el próximo decenio, 2020-2030, con el lema "Por un envejecimiento saludable". Esa nueva modalidad de turismo formativo universitario encaja de lleno en este nuevo modelo participativo de referencia para el colectivo de personas mayores y para la sociedad en general. A su vez, se erige en instrumento para construir una auténtica sociedad del conocimiento para todos, con independencia de la edad, y se potencian los programas educativos de aprendizaje permanente y de intercambio, también para los mayores.
Respondo a las dos preguntas del profesor Sergi Arenas: en primer lugar, mi experiencia en formación a lo largo de toda la vida incluyendo la creación y puesta en marcha del proyecto Universitat Oberta per a Majors en la Universidad Illes Balears a finales de los 90 (1998), ya incluyó una propuesta de turismo formativo vinculada a contenidos del curriculum para el adulto mayor del Diploma Senior y de los Diplomas de Especialización.
Desde mi punto de vista no pudo ser más acertado: el turismo formativo contextualizado en un proyecto social y cultural y/o vinculado (o no) al intercambio entre alumnado y profesorado de varias universidades con las que conjuntamente se lleva a cabo el diseño y ejecución del programa, es evaluado de forma excelente por quienes participan. Por otra parte, está nuestra experiencia de una década en turismo formativo internacional a partir de la creación del proyecto International Summer Senior University en el seno del campus universitario: un proyecto de aprendizaje a lo largo de toda la vida con contenidos de tipo formativo y cultural, que abundó y reforzó la idea de que el turismo formativo en los diferentes formatos que pusimos en marcha son una excelente opción cultural y turística destinada a las personas de 50 y más años. El aprendizaje a lo largo de toda la vida en el que se enmarcan estos proyectos son la mejor opción para aportar contenidos de aprendizaje. También, y especialmente, para la creación, refuerzo y ampliación de relaciones sociales y afectivas y experiencia cultural.
Respecto a la segunda pregunta y desde mi experiencia como Directora General de Imserso, debo decir que los programas de turismo social generados por Imserso han sido, y son, una de las mejores inversiones en turismo orientado a personas mayores, incluyendo la dimensión turística, la dimensión cultural y la dimensión de salud -si nos referimos a los balnearios-, que se llevan a cabo en nuestro país. Tienen una excelente valoración por parte de los usuarios del mismo y también por parte de las agencias de viajes, la hostelería y la restauración. Gracias a este turismo se han podido mantener los negocios vinculados al turismo, especialmente en temporada baja, se han creado puestos de trabajo y se ha dado vida a muchos pueblos que de otra manera no tendrían mayores posibilidades. La oferta de turismo social de Imserso también incluye proyectos netamente culturales, los cuales obtienen una valoración excelente. El turismo social de Imserso es un ejemplo a seguir, que otros países han imitado con resultados similares. Es un modelo que funciona y que debería continuarse, incluso ampliando su oferta durante todo el año, y la de programas culturales, además de empezar a trabajar en implementar y/o ampliar los contenidos formativos.
En cualquier caso y teniendo en cuenta el perfil actual y futuro de las personas mayores, el turismo formativo debería ser una opción a tener en cuenta
En cualquier caso y teniendo en cuenta el perfil actual y futuro de las personas mayores, el turismo formativo debería ser una opción a tener en cuenta, tanto por parte de Imserso, ampliando sus programas en colaboración con las Comunidades Autónomas, como por parte de las agencias que habitualmente se ocupan de los proyectos turísticos para este colectivo adaptándolo a las necesidades de las personas mayores.